OPINION

'Alaska y Mario', un éxito artificial

ALASKA Y MARIO MTV
ALASKA Y MARIO MTV

Alaska y Mario no es un éxito de audiencias, aunque siempre lo ha parecido. El reality de la excéntrica pareja sólo baila alrededor de un 1 por ciento de share. No obstante, transmite una percepción colectiva de enorme triunfo. Y es que su éxito no se mide en share, pues Alaska y Mario ha resultado un acierto para impulsar la imagen de marca de MTV en España y, sobre todo, ha cundido especialmente a los propios Alaska y Mario, que son expertos en convertir su vida en un negocio perfecto.

Con la tercera temporada que arrancó hace una semana, es fácil sentir de nuevo ese placer culpable de observar, como espectadores privilegiados, la vida diaria del excéntrico matrimonio. Un ejercicio de voyeurismo que funciona gracias a un atinado ritmo televisivo a prueba de zapping (excelente el trabajo del equipo de la productora El Terrat) y también gracias a una audiencia, minoritaria pero ruidosa en redes y eventos sociales, que observa, idolatra y critica la existencia de esta pareja.

La trama principal de esta tercera entrega es el 50 cumpleaños de Alaska. Buena idea: la cantante de Fangoria tiene un magnetismo innegable para miles de seguidores, eso es un hecho, y se complementa a la perfección con su estrambótico marido, personaje revelación de este reality. Pero anulado hace mucho tiempo el factor sorpresa, ¿qué más sostiene ahora el supuesto interés de Alaska y Mario? Con el paso de las semanas, el espacio parece cada vez más artificial y hueco, girando en gran parte en torno a una autotelepromoción constante, que al menos en los primeros capítulos sabían disimular mejor.

No sólo se promocionan hasta la extenuación sus protagonistas (sus nuevos singles de cara al verano, sus nuevos vídeo-clips, el instagram de Mario, una subasta con objetos que ya no usan...), sino que cualquier excusa vale para publicitar también a amigos de su entorno (Natalia Verbeke que ahora tiene una tienda de bicicletas, el médico que inyecta ácido hialurónico a Alaska en la cara, el karaoke al que van, Patricia Pérez que ahora es nutricionista...). Y cuando no, el piso en el que vive la pareja se convierte en "plató" que recibe invitados: Eduardo Casanova, Paco León y su madre, los chicos de Gandía Shore (aunque se notaba que Alaska y Mario jamás habían visto Gandía Shore)...

¿Hasta dónde podrá MTV tirar del hilo? ¿Tiene sentido una cuarta temporada? El postureo (esa palabra tan de moda en Twitter) y la superficialidad no mueven tantas masas como parecía: lo demuestran las audiencias reales del espacio, que, aunque supere en ocasiones la media de la cadena, cuenta con dos contraindicaciones: su coste y que no fideliza un sólido perfil de audiencias que conecten con el resto de la parrilla del canal. Alaska y Mario presumen de una vida vip pero a veces alardean, sobre todo Vaquerizo, de un elitismo rancio que roza el bochorno y con el que es difícil empatizar (como en el instante en el que Mario insinuó que no quería dar el dinero recaudado de la subasta a ninguna organización solidaria). Y eso que el programa está de lo más montado para mostrarnos lo mejor de ambos...

No es casualidad que anoche las estrellas de Alaska y Mario fueran precisamente los chicos de Gandía Shore, reality que, con un coste mucho menor, ha servido para catapultar a la cadena a datos de audiencia mayores. Y es que, de siempre, a MTV le ha funcionado mucho mejor el 'universo choni'...

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