OPINION

'Lo sabe, no lo sabe' de Cuatro: el triunfo de los concursos low cost

LO-SABE-NO-LO-SABE-JUANRA-BONET
LO-SABE-NO-LO-SABE-JUANRA-BONET

Lo sabe, no lo sabe ha cumplido esta semana 200 programas. Un éxito inesperado fruto del pasado verano. Lo que nació como un concurso estival de bajo presupuesto se transformó, rápidamente, en toda una revelación televisiva. Nadie se atrevió a tocarlo de la parrilla de Cuatro. Incluso terminó quitando el hueco a una de las grandes apuestas del pasado otoño: Guasap!, que al final nunca vio la luz.

La singularidad tangible de este concurso reside en que los propios participantes no pueden responder a las preguntas, sino que deben localizar a peatones que lo hagan por ellos. La psicología del concursante debe intuir si dichos transeúntes acertarán o no. Porque, a veces, necesitan que el asediado se equivoque para lograr premio.

Ésta es la premisa evidente del programa, pero existe otra ventaja competitiva que es el gran acierto de Lo sabe, no lo sabe: su calidad a bajo coste.

El concurso, producido por Mandarina, es guerrilla contra la crisis, pues ni tiene plató ni un gran despliegue técnico.n Y eso en los tiempos que corren es una ventaja, porque se minimizan gastos de producción. Al contrario que su formato predecesor, El Cubo de Raquel Sánchez Silva, que necesitaba de un dispositivo de escenografía, pruebas y cámaras digitales para consumar un artificio de puesta en escena que encarecía el resultado final.

CLAVES DEL ÉXITO DEL FORMATO 

En la televisión que viene hay que hacer magia, y el truco consiste en transformar el ahorro en virtud. Y el equipo de Lo sabe, no lo sabe lo ha conseguido al reunir los ingredientes para conquistar al espectador voyeurista que todos llevamos dentro. De hecho, el programa nos enseña constantemente a pintoresca gente de la calle, nos deja criticarles o empatizar con ellos. Mientras, al mismo tiempo, nos muestra reconocibles ciudades de la geografía española con sus diferentes y atractivas peculiaridades. Y Juanra Bonet, el presentador: pincha, desafía y reta a los peatones. Lo hace con gracia pero, también, con una pizca de casi siempre eficaz mala leche.

Lo sabe, no lo sabe, además, no se queda estancado e intenta crecer con nuevos premios, corbatas rojas, llamadas del Señor Cuatro o buscando concursantes con profesiones curiosas.

La curiosidad, una vez más, clave de este concurso donde es fácil saber (o no saber) la respuesta a la pregunta. Y ésta es otra de las claves para que funcione correctamente un concurso en la televisión competitiva: que el público pueda jugar desde el sofá de casa lejos de cuestionarios de preguntas sólo válidos para eruditos de biblioteca.

Aunque, eso sí, a pesar de los intentos para que la fórmula siga sorprendiendo a diario, quizá ha llegado la hora de que el programa paralice su emisión y se tome un descanso para, así, no terminar cayendo en el limbo de los éxitos que terminaron convertidos en fracasos por obra y gracia de los abusos de la programación sin freno, espacios a los que se les quemó el amor de tanto usarlo.

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