OPINION

Claves televisivas de la impecable gran final de 'MasterChef'

Master Chef
Master Chef
Grabación del programa 13 de "Master Chef"

El programa batió un nuevo récord de audiencia en su final con un altísimo 33.1 por ciento de share y 5.524.000 espectadores. 

La final de MasterChef ha sido televisivamente impecable. Si la gala empezó algo lacrimógena con la aparición de las familias a lo Sorpresa, Sorpresa, el programa fue progresando adecuadamente hasta alcanzar su punto de gran evento de prime time.

El equipo de TVE y Shine Iberia ha sabido lograr que un programa grabado transmitiera la pasión y el nervio de una gran final. Lo consiguieron mezclando la alegría de los familiares, los murmullos de los concursantes expulsados, las miradas elocuentes del jurado y, por supuesto, la emoción vulnerable de los protagonistas, los finalistas. Fabián, Eva y, el ganador, Juanma.

Todas estas aristas fueron engrasadas con una realización y un montaje que no ha dejado nada en el tintero, mostrando lo que el espectador necesitaba ver cuando tenía que verlo. Sin dar respiro, siempre in crescendo. Ésta es la gran ventaja de un programa grabado que, en realidad, se ha llevado a cabo durante varios días.

La postproducción hizo que viéramos todas las imágenes encajadas como un eficaz puzzle que va contando una historia de la forma más fluida, sin demasiados baches de ritmo. Así ha sido en casi todos los programas de MasterChef, y este factor se ha potenciado al máximo en esta final finalísima: una ceremonia de despedida que contagió su emoción, echando mano de recursos tan importantes como la música, constante, arropando los encuadres para generar más tensión, nervios o simplemente enternecer aún más al espectador.

MasterChef ha abierto el apetito por la cocina, aunque en MasterChef el principal ingrediente no ha sido la comida: ha sido el esfuerzo que hay detrás de la cocina profesional, algo apasionante pero desconocido en su mayor parte por el gran público.

Y el programa ha sabido despertar la curiosidad y generar complicidad con sus espectadores semana a semana hasta llegar al ansiado chimpún final de anoche, donde tampoco faltó el confeti por los aires al proclamarse el nombre del ganador.

El confeti no es una horterada: en la tele es importante para dar sensación de evento trascendental y a lo grande. Así sucedió ayer en MasterChef. En cambio, en La Voz, por irnos a un ejemplo reciente, se les olvidó este 'postureo festivo' y, como consecuencia, se mermó esa sensación de final apoteósica cuando Rafa ganó el famoso talent musical. Así que no menospreciemos el confeti... pues ejemplifica la televisión que cuida los detalles, cada detalle, en contenido pero también en envoltorio. 

Lo único malo de la noche es que TVE no aprovechó en su emisión en La 1 el acontecimiento creado en los cines Kinépolis, donde se proyectó la final, con alfombra roja y la presencia de los finalistas. Esto sólo se vio a través de una retransmisión low cost en Internet, pero bien se podía haber conectado en directo con los cines, sobre todo tras anunciarse el ganador y utilizar este sarao para estirar el éxito e impulsar la imagen de marca de la cadena. ¿Acaso no se quería evidenciar que la final estaba más que grabada cuando esto es algo obvio o fue sólo culpa de los ajustados presupuestos?

Pero da igual, MasterChef triunfó y transmitió lo más importante: esa sensación trascendental de emoción ante una final culminante y frenética. Lo hizo desde el Estudio L3 de Buñuel, el plató más grande de nuestra televisión pública. Un plató que volvió a brillar anoche como lo ha hecho tantas veces a lo largo de nuestra historia,  desde las inolvidables pruebas de ¿Qué apostamos? hasta la creatividad máxima del Un, dos, tres... responda otra vezPorque el entretenimiento es también un valioso servicio público que debe ofrecer TVE. Que no se nos olvide nunca.

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