OPINION

13 años de la primera final de 'Gran Hermano': la noche que Telecinco paralizó el país

GRAN HERMANO ISMAEL BEIRO GANADOR
GRAN HERMANO ISMAEL BEIRO GANADOR

"Hace 13 años que terminó el primer Gran Hermano con una cuota de pantalla de 72,9 % y picos de hasta 89,9 % , (y perdía mi anonimato).", con este tuit Ismael Beiro nos recordaba hace unos minutos que hoy se celebra el aniversario de la primera final de GH. Aquella noche, algo había cambiado en nuestra televisión para siempre.

Existe un antes y un después en la historia de la televisión tras esa experiencia colectiva del iniciático Gran Hermano. Terminaba de nacer el superformato, pues incorporaba casi todos los géneros televisivos en sólo un programa: culebrón, talk show, concurso, debate, espectáculo, cotilleo, sorpresa, documental y, sobre todo, realidad. Y la realidad siempre es un valor añadido en la pequeña pantalla. En definitiva, un cóctel explosivo capaz de romper audímetros.

Mercedes Milá vio como este reto no era un proyecto más en su carrera. También estaba cambiando, sin darse cuenta, la forma de entender la televisión de la reputada comunicadora.

Milá estaba a los mandos de un programa que sí tenía tintes de su 'experimento sociológico' al grabar cada movimiento de la convivencia de unas cobayas humanas. Y es que esta primera edición paralizó al país por la increíble verdad que desprendían los concursantes, porque, al ser los primeros, no sabían aún a qué se estaban enfrentando.

De hecho, con el paso de los años, los casting del programa se han ido homogeneizando hacia un target de clónicos aspirantes al bolo de discoteca, pero en el virginal GH1 eran personas reconocibles de la calle, con las que era sencillo empatizar, amar u odiar, hasta el último giro dramático.

Esta noche, se cumplen 13 años de aquella final con Ismael Beiro aterrizando frente a la fachada de Telecinco en un helicóptero. Era la primera vez que Beiro pisaba los Estudios de la cadena. El país estaba emocionado. Habíamos vivido con los concursantes los tres meses de encierro. Y la casa se quedó vacía, y los responsables del programa supieron cerrar la etapa como la mejor serie de ficción: mostrando la casa desocupada, sólo con las gallinas campando a sus anchas, al mismo tiempo que se iban apagando las luces de cada habitación. Era sólo el comienzo de una nueva forma de entender la televisión: la realidad hecha espectáculo.

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