OPINION

Del 'Un, dos, tres' a 'Uno de los nuestros': la tele que cuida detalles

UNO DE LOS NUESTROS TVE
UNO DE LOS NUESTROS TVE

Mayra Gómez Kemp saludando al público mientras bajaba las escaleras. Ramón García lidiando con un niño que lo sabía todo sobre los dinosaurios. El peluquín de José María Íñigo. El balón acelerado de Oliver y Benji. El humor negro de Raffaella Carrá. Ana Obregón destrozando el Tp de Oro que había ganado La 2 Noticias. Mofli tiene frío, Mofli tiene sueño. Paloma Chamorro y las vacaciones en Usera de McNamara. Las zapatillas de Emilio Aragón. La mala leche en los pasos a publicidad de Antonio Gasset. Los silbidos de Miriam Díaz-Aroca. Las collejas de Sole en 7 vidas. El 'a jugar' de Joaquín Prat.  Julia Otero y su particular forma de sujetar las tarjetas de las preguntas del 3X4...

La televisión que se nos queda en la memoria siempre está impregnada de una marabunta de detalles que derrochan personalidad. Es la televisión que intenta conquistar la complicidad del espectador a su misma altura, de tú a tú. Pero, en los últimos años, determinados directivos han creído estar por encima de la audiencia y, a la hora de ejecutar los programas, han pretendido enganchar al público a través de una televisión sin visión, cargada de clichés sin riesgo alguno, partiendo de encorsetados prejuicios sobre lo que se supone que funciona o no funciona: lágrima fácil, peleas forzadas, músicas sensibleras, humor manoseado, cástings clónicos que intentan repetir fórmulas exitosas en otras épocas... Nadie se puede salir de esa línea. Es la parrilla que, obsesionada con el share rápido, se olvida de creer en la identidad propia y de apostar por el talento real de todos los equipos de profesionales que hacen posible un espacio.

Y, claro, acostumbrados a este panorama, te sorprendes cuando, de repente, descubres un programa donde sí se sigue haciendo televisión desde la ilusión más genuina. Este asombro, que debería ser habitual al pisar cualquier plató y sin embargo no lo es, lo sentí el pasado viernes, día en el que acudí a la grabación de Uno de los nuestros, un nuevo talent show creado por la misma factoría de Tu cara me suena, Gestmusic Endemol.

Se trata de un formato para el prime time de La 1 que busca al mejor cantante de una orquesta, 'Los Nuestros'. La premisa a nivel televisivo ya es buena y da juego, pues las orquestas siempre interpretan canciones reconocibles que el público puede cantar desde su casa, con el añadido de que, además, los participantes no sólo deben demostrar su potencial de voz, también su capacidad para crear show llenando el escenario.

Éxitos, canciones, baile... Hasta ahí todo correcto, pero el programa revoluciona la fórmula del talent con su mecánica: aquí la gran novedad es que estamos ante un formato en positivo, travieso y alegre. De hecho, el concursante celebra hasta cuando es eliminado. Lo hace de una forma muy original, que aún no podemos desvelar y que no se le ocurre a cualquier creador de televisión. Y es que este talent show no busca la lágrima fácil, la historia personal traumática o el conflicto gratuito. Uno de los nuestros trabaja desde el disfrute mismo que da el minuto de gloria catódico. Y los asistentes lo viven en el plató como una gran fiesta.

Una gran fiesta que se sustenta en una indudable perspectiva de lo que significa hacer entretenimiento real en la tele. Y es que todos los elementos del programa están a favor: la imponente puesta en escena, con un decorado que recupera la esencia del gran show sin miedo a abusar de bombillas y dorados; una realización visual que va al ritmo; unos concursantes que están elegidos con un instinto del espectáculo brutal; y, por supuesto, la orquesta, que es clave, ya que los músicos van decidiendo qué concursantes continúan al dejar de tocar sus instrumentos en plena actuación. Darán la sorpresa: estos maestros son muy carismáticos al argumentar las razones de decir 'no' al candidato de turno. Entienden la esencia del programa y sueltan perlas en estado de gracia.

Sin olvidarnos tampoco del público que acude a ver la grabación al estudio. La grada es muy importante. Y esta audiencia es pícara: se sabe todas las canciones... e incluso las coreografías. Y si no, la improvisa. No están dormidos en el decorado, como el público de otros shows de este tipo. La gente en plató es el otro gran protagonista del programa, pues generan un ambientazo que traspasará la pantalla. Lo disfrutan, vamos. Es más, da la sensación de que todo el equipo está disfrutando del trabajo.

De nuevo, la batuta de Tinet Rubira nos trae un formato que parece bastante redondo en ejecución. Luego habrá que ver en qué día de la semana lo emiten y también comprobaremos si sufre las consecuencias de ir pegado a la estela del tirón del fenómeno internacional de La Voz. Pero lo que está claro es que Uno de los nuestros, al igual que Tu cara me suena, recupera la esencia de la televisión que cuida cada detalle.

Es más, si comparamos al público del mítico Un, dos tres y al de Uno de los nuestros, a través de su forma de vivir los programas en plató, nos daremos cuenta de que han pasado los años pero se mantiene intacta la pasión. Es la televisión de la que tanto hemos aprendido y de la que tantas veces hemos reflexionado en esta crónica diaria de Lainformacion.com. Y ahí seguiremos: avanzando, creciendo y creyendo en la televisión que nos hizo querer tanto a la televisión. La televisión que juega y que te deja pegado hasta el último crédito final, con la misma ilusión de un niño.

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