OPINION

Jordi Évole, ¿la manipulación televisiva a favor del periodismo?

JORDI-EVOLE-SALVADOS
JORDI-EVOLE-SALVADOS

'Salvados' regresa esta noche, a las 21.30h, en La Sexta

Pocos gurús de nuestras cadenas creían en el éxito de Salvados. Estaba presentado por Jordi Évole, un periodista encasillado en la comedia. Empezábamos mal, pues.

Lo que comenzó como una serie de especiales para la precampaña electoral de 2008, con nombre de teleserie juvenil protagonizada por Zack Morris (Salvados por la campaña), acabó transformándose en todo un prestigioso emblema de La Sexta.

LA IMPORTANCIA DE LA PERSONALIDAD PROPIA

La mirada ácida de Évole se alzó en voz de la ciudadanía. Bueno, de una parte de la ciudadanía. Quizá porque con ironía parece más fácil lanzar una pregunta incómoda al horizonte de la cruda realidad.

No obstante, el éxito de Salvados no es sólo gracias a la arrolladora personalidad de su presentador 'follonero', curtido en medios locales en los que se pateó la calle. Y eso se nota. El formato también ha funcionado al incorporar artimañas televisivas que no son tan habituales en los denominados 'informativos serios'.

APRENDIENDO DE Hitchcock 

Y es que Salvados no se conforma con contar cada historia de forma lineal. Al contrario, el espacio intenta mezclar la curiosidad del periodismo con el montaje dramático de una serie de ficción. Es más, está editado prácticamente como si fuera una producción de intriga. No es The Newsroom, ni un filme de Alfred Hitchcock, pero casi: el programa se construye con trampas dignas de grandes directores de cine.

De esta forma, el formato contagia de emoción al espectador. Évole no se conforma con realizar entrevistas a la caza del titular, desde bonitos 'marcos incomparables': se atreve con las ventajas de la postproducción. La realización es tan primordial como las preguntas.

LA RUIDOSA COMUNICACIÓN NO VERBAL

Salvados cuida lo que se escucha, pero también lo que no se escucha: las miradas, los silencios, la expresividad de los primeros planos... Sin olvidar la importancia de incorporar músicas para enfatizar instantes. 

El equipo rueda 30 horas semanales para sólo 47 minutos de reportaje. Con todo este material, que se trocea y desordena, se arma un rítmico puzzle de tramas. Así, se hace más digerible un formato que podría ser muy áspero y esquivo para una sociedad desmotivada con sus políticos, en la que mirar para otro lado es lo más sencillo.

CLARIDAD, EN EL CAOS DE MENSAJES

Se trata de un paso más en la evolución de la estructura de aquellos legendarios programas de reportaje, como Informe Semanal. En la actualidad, gana peso la sensacionalista fórmula del docu-show. Y Jordi Évole concilia un equilibrio entre el reportaje tradicional y la información espectáculo.  Lo intenta rompiendo los tabúes del periodismo más encorsetado, al incorporar la manipulación del montaje televisivo a favor de una claridad informativa contada en primera persona.

La televisión puede (y debe) ser fácil de digerir con todo tipo de contenidos. Pero, sobre todo, este formato de El Terrat (productora de Buenafuente) demuestra que, guste más o menos, se puede narrar la actualidad que nos preocupa con guiños cómplices a la audiencia, aprovechando las ventajas del tramposo lenguaje de la tele, sabiendo que la objetividad no existe y sin necesidad de caer en la trinchera de la estirpe de contertulios que lanzan predecibles mensajes teledirigidos desde las alturas. Otros prismas también vienen bien, aunque sólo sea de vez en cuando.

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