OPINION

5 claves que debe aprender 'La Voz' española de la versión del exitoso programa en Estados Unidos

david barrull la voz
david barrull la voz

David Barull ganó la segunda temporada de La Voz. Lo hizo en una gala cargada de artistas invitados. De Pablo Alborán a One Direction. Todos intentaron levantar un show que ha dado síntomas de desgaste en esta segunda etapa pero que, sin embargo, en su despedida batió récord con un 28,4 por ciento de share (4.044.000 seguidores) , ganando  a Top Chef de Antena 3, que resistió y alcanzó también máximo con 23,9 por ciento de cuota (3.805.000 fieles).

Una velada muy igualada es espectadores donde, de nuevo, lo mejor de la despedida del concurso musical fue Jesús Vázquez que demostró su talento para llevar las riendas de una agónica gala (que estiró su duración al máximo para elevar el share en noctámbulas franjas de menos competencia televisiva) y que dejó en evidencia que La Voz debe aprender aún mucho de la esencia del formato original, que clavan los norteamericanos sobre todo en cinco aristas:

1. La iluminación. Un talent musical no debe iluminar de forma plana para que todo se vea casi idéntico. En La Voz española sobra luz blanquecina y se echa en falta una fotografía que envuelva, una puesta en escena rica tonalidades, texturas y ambientes. En la mayoría de los países donde se produce The Voice se potencia la realización visual y el espectador jamás pierde detalle. ¿Por qué aquí La Voz está casi iluminada casi como Sálvame?

2. El cásting. A los concursantes de La Voz les ha faltado carisma. Es fundamental la variedad de perfiles en un talent show de estas características. Tampoco ha ayudado que existan participantes sin una formación musical detrás. Las voces especiales deben primar frente al manoseado gorgorito. Al final, la audiencia ha perdido el interés porque se han echado en falta participantes que sorprendan. Y esa es otra debilidad.

3. La sorpresa. Un talent debe derrochar, en cada programa, la emoción más genuina. Y La Voz España desprende todo lo contrario: cae en los tópicos y los clona constantemente. Necesita innovar con apuestas creativas. Porque emoción no es sólo contar una historia de superación que hay detrás de un participante humilde, la emoción en televisión es transmitir en pantalla un vuelco de sentimientos en el espectador, ya sea asombrando por su personalidad colosal, provocando carcajadas o generando giros inesperados por sus salidas espontáneas de tono.

4. El jurado. Los coaches, además de cantantes de altura, deben entender los engranajes del espectáculo televisivo y, en La Voz España, el jurado ha desprendido artificialidad y repetía una y otra vez, con toda su buena intención, las mismas expresiones políticamente correctas. Por suerte, en la gala final se humanizaron cuando se produjo un enfrentamiento entre Malú y Bisbal. Y es que Bisbal, el coach más natural, se picó porque su compañera criticó la militancia de sus fans...

5. Cerrar el círculo. El formato de la gira sillatoria en busca del cantante perfecto es poderoso, es el gran triunfo de La Voz. Y la gran final debería hacer honor a su nombre: ser una gran final. Parecía que no interesaba el concurso como tal, sólo alargar hasta las tantas el programa con artistas consagrados invitados. De hecho, los últimos minutos fueron descafeinados. El anuncio del ganador fue fulminante. El público, tras horas esperando el desenlace, necesitaba que el show terminara en alto. Sin embargo, sólo sentimos un adiós frío... en plano general.

Estos elementos, y otros, han fomentado que el formato se haya desgastado tan rápido en nuestro país, pues no ha evolucionado en el tiempo y el público se ha ido desilusionando. A diferencia de USA, donde se mantiene fuerte tras cinco temporadas. Claro, que allí pasan cosas así, y las saben mostrar sin necesidad de encender todos los plomos.

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