OPINION

Lo que nos enseñó la tele en 2013

JORDI ÉVOLE
JORDI ÉVOLE

Se acabó. Adiós, 2013. Termina un año más, en el que hemos seguido aprendiendo, avanzando y creciendo con la televisión. Porque de la televisión se aprende. Más de lo que creemos.

De la televisión en 2013 aprendimos que nos quedábamos sin Eurovegas, pero nuestros canales ya tienen montado el casino a la medianoche. Que Pocoyó es capaz bailar el Gangnam Style. Que los niños se crían con Bob Esponja, pues ya TVE no produce nuevos programas infantiles que fomenten la creatividad autóctona.

De la televisión en 2013 aprendimos que el éxito se construye con riesgo. Que las series que intentan imitar otras viejas producciones son estrepitosos fracasos. Que el 'Consejo Europa' estaba preocupado por el control político creciente en TVE.

De la televisión en 2013 aprendimos que Jordi Hurtado mantiene su lozanía a pesar de que su programa no descanse ni en verano. Que Belén Esteban puede ser fichada como jefa de marketing y relaciones públicas en una operadora telefónica. Que con presupuestos más ajustados podemos crear un talent show musical a la altura de los anglosajones, véase Tu cara me suena.

De la televisión de 2013 aprendimos que estirar una fórmula del éxito en exceso es, a la larga, contraproducente. Que las tripas, vísceras y el corazón ya no tiran como antes. Que una cadena generalista, para minimizar costes, no puede venderse a un tipo exclusivo de contenidos o tendrá un problema. Que las redes sociales han recuperado la experiencia colectiva de consumir televisión. Y tuitearla.

De la televisión de 2013 aprendimos que el público se siente con más poder que nunca frente al mando a distancia. Que El Sueño de Morfeo sabe desafinar mirando a una lámpara voladora. Que los saltos de trampolines están sobrevalorados. Que las tropas americanas se atreven a ejecutar coreografías a lo Carly Rae Jepsen. Que la resintonización de la TDT es infinita.

De la televisión de 2013 aprendimos que nuestras series y programas se exportan como nunca y construyen una marca España incluso en Rusia. Que Twitter aún no es un medidor fiable de audiencias. Que Youtube mató a los programas musicales, que Youtube estranguló a la MTV, pero que Youtube cuenta con un potencial inmenso que aún no saben expremir las conservadores directivos de nuestros canales: la plataforma de vídeos será un rentable aliado. De hecho, los que ningunean a Youtube lo terminarán sufriendo.

De la televisión de 2013 aprendimos que los informativos y el poder intentan a veces teledirigirnos hasta borrar lo que interesa de nuestra memoria. Que en el prime time la política puede alcanzar audiencias millonarias cuando se hace desde el periodismo comprometido, que deja de un lado los institucionalizamos y se cuestiona el sentir de la calle de forma honesta. Que Jorge Javier Vázquez fue el escritor que mayores colas congregó en Sant Jordi. Que es posible resucitar a Audrey Hepburn (con tecnología digital) para anunciar chocolates en las pausas publicitarias. Que la crónica de sucesos se ha convertido en el reality de los magazines matinales. Que Ana Pastor sigue haciendo televisión pública en una cadena privada. Que Massiel en sus actuaciones en ¡Qué tiempo tan feliz! utiliza el mismo playback de hace treinta años. Que La Voz es un programa que no da visibilidad real a sus cantantes, sólo a las sillas giratorias.

De la televisión de 2013 aprendimos que no tenemos mesura con la comida, ni con los programas de comida. Que los remakes de series norteamericanas no se nos dan del todo bien porque siempre tendemos a convertirlas en Los Serrano. Que la sintonía de Mariló Montero se inspiró en un hit de Barrio Sésamo. Que la censura existe y avanza, pero que también crece la creatividad más talentosa y esquiva.

De la televisión de 2013 aprendimos que nuestras series siempre deben de tener un bar (o dos). Que el talento no siempre se premia. Que El Gran Wyoming sigue siendo El Gran Wyoming. Que en Mad Men se consumieron 1.194 cigarrillos: 421, las mujeres y 773, los hombres.

De la televisión de 2013 aprendimos que para relanzar la carrera adulta de Hannah Montana hay que descocarla hasta el sonrojo colectivo para que, así, todo el globo terráqueo hable de ella. Que los programas empiezan y terminan tan tarde para que los datos de audiencia parezcan mejores y se venda más publicidad. Que en La 2 puede existir un oasis de vida inteligente aunque sea en 'cachitos de hierro y cromo', vigilados por una fortificación de Torres y Reyes. Que las series cuando están bien hechas en guion y factura arrasan. Que en nuestro país se ha permitido el cierre de una televisión pública al más puro estilo de una película de Berlanga.

Y, sobre todo, de la televisión de 2013 aprendimos que la televisión sigue siendo un valioso motor para la curiosidad, divulgación y, por supuesto, el entretenimiento de las ideas: el entretenimiento que descubre e ilusiona desde la honestidad. En estos últimos meses, los datos de audiencia han avanzado en ese sentido, hacia la televisión que cree y confía en la inteligencia del espectador. O, al menos, eso parece.

A por un 2014 plagado de buenas ideas. La verdadera magia de la televisión es que en ella cualquier cosa sigue siendo posible. ¿Está todo inventado? Puede, pero todo es también reinventable.

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