OPINION

'Alaska y Coronas': valentía, riesgo e ilusión de una televisión pública

ALASKA Y CORONAS PLATO
ALASKA Y CORONAS PLATO

Pasamos una noche en el plató del programa de La 2.

21.45h. Miércoles 19 de febrero de 1014. Estudios Buñuel. Los emblemáticos platós de TVE, en el madrileño barrio de Chamartín, viven ese nervio de los momentos que preceden al arranque de un programa en directo. Está a punto de comenzar el segundo programa de Alaska y Coronas, un formato que, tras Torres y Reyes, continúa proponiendo una mezcla explosiva de contenidos que parecían imposibles en la televisión de hoy.

Un viaje de hora y media por una televisión pública valiente que escucha, descubre, juega, reinventa, atreviéndose a abrir una inquieta ventana a la curiosidad y la cultura. Sí, cultura, pero sin olvidar el travieso instinto del espectáculo que siempre requiere la televisión.

Y en el plató el programa se vive como una fiesta en la que Alaska y Javier Coronas demuestran su dominio absoluto de la escena como buenos anfitriones. Tienen física, química y una energética rapidez de reflejos. Están relajados, disfrutando. Los dos.

Es indudable que Alaska es un icono de nuestro tiempo, pero en este formato sorprende su capacidad para llevar las riendas de un directo en el que pregunta, siente y disfruta. También Coronas, que es la gran revelación del show: su constante improvisación a partir del guión constituye una descacharrante mirada absurda dentro de un programa que no conoce los pregrabados: Coronas hasta dobla momentos del archivo de TVE en riguroso directo (ayer lo hizo con un delirante Jesús Hermida).

Estamos ante un talk show que es capaz de mezclar un debate con una de las galeristas más prestigiosas de nuestro país, Soledad Lorenzo, con una masterclass del filósofo Javier Sádaba, las tablas de Martina Klein, las excéntricas pieles de Roberto Etxeberría o la música electrónica de Najwa Nimri. Todo en un envoltorio de realización mimado, que siempre busca del encuadre atractivo y que explora nuevas fórmulas de lenguajes audiovisuales como la multiviñeta.

Alaska y Coronas se vive en plató como un acontecimiento. No solo por el público anónimo que acude dispuesto a disfrutar del espectáculo, sino porque inevitablemente, como espectador, te invade la sensación de que estamos recibiendo el fruto de un acto de pasión poco habitual en los platós de televisión que acostumbramos a pisar. Un acto de pasión de Santiago Tabernero director del programa, y su equipo.

Ellos son una muestra de las personas que hacen esta televisión pública de 2014, que, sin publicidad y más allá de competiciones de audiencia, encuentra su sentido apostando por la creatividad, arriesgando en las ideas con talento, saliéndose del guion y aprendiendo de la sociedad. Una tele consciente de su tiempo, de su historia... y de cuál debe ser su futuro.

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