OPINION

Lo que envidian los americanos de nuestras series (y lo que no)

el principe beso telecinco
el principe beso telecinco

Nuestra ficción nacional se exporta más que nunca. Triunfa dentro y fuera de España. Vive una duradera edad de oro en constante evolución, siempre apreciada en su conjunto por los espectadores, que se identifican con ella sin prejuicios. Y ahí debemos sacar pecho, también la audiencia más crítica, que muchas veces pide productos de HBO a las cadenas generalistas, Antena 3 y Telecinco. Sin embargo, es un error comparar una serie de una frecuencia de cable norteamericana con una producción creada para un canal masivo, que basa su rentabilidad en los grandes datos de audiencia.

Menos aún cuando en España no existen audiencias segmentadas, por targets específicos de público, que permitan rentabilizar una producción más minoritaria. Las dimensiones publicitarias cañís no amortizan las fragmentación de perfiles de espectadores.

Y, en ese panorama de peculiaridades, la series españolas sorprenden a nivel internacional por factores como estos:

TALENTO QUE DISIMULA LA FALTA DE PRESUPUESTO

Nuestros creadores de ficción son expertos prestidigitadores a la hora de contar historias con un presupuesto muy limitado. Los guionistas no sólo trabajan pensando en emocionar con sus tramas, también deben lidiar con las constreñidas posibilidades de producción. No es fácil, pero se logra camuflar esas deficiencias estructurales hasta conseguir dar el pego. De hecho, algunos productos, como Gran Hotel o El Tiempo entre Costuras, no tienen casi nada que envidiar a grandes producciones internacionales millonarias.

RECONOCIBLES PARA LA GENTE

Más allá de la taberna omnipresente o del barrio prototípico con edificios de ladrillo visto, las series españolas han congeniado con nuestras singularidades. El espectador se identifica con las ficciones de sus cadenas. Con las que tratan sobre el pasado, y con las del presente. Hablan su mismo lenguaje y saben adaptar fórmulas internacionales a la idiosincrasia propia.

LA DURACIÓN ETERNA DE LOS CAPÍTULOS

Salimos airosos de esta particularidad que es clave para amortizar la inversión generada en cada serie. Ese es el motivo de que los prime time sean tan largos: hay que exprimir cada episodio en minutos y cortes publicitarios. De esta forma, por ejemplo, Velvet alargó su primer capítulo para que Telecinco no tapara el estreno de Antena 3, por delante y por detrás, con el lanzamiento de B&B, la revista de Belén Rueda. De esta forma, las galerías evitaron una pérdida de espectadores. Son tácticas de supervivencia. Gracias a su extensa duración, las ficciones nacionales son más sostenibles y las cadenas más competitivas. Fuera de nuestras fronteras se observa con interés la capacidad española de consumar capítulos que son casi largometrajes semanales, con los problemas que ello conlleva.

Aunque las cadenas aún deben arriesgar más y romper prejuicios contra sus propios productos. B&B, Velvet y El Príncipe denotan calidad, cada una en su ámbito, pero también evidencian cierto temor al riesgo de los canales. De hecho, a pesar de ser ficciones complementarias y diferentes, las tres coinciden en elementos del infalible culebrón: amores prohibidos, cuerpos sugerentes, luminosidad resplandeciente en cada plano... Y es que la oscuridad en nuestra pequeña pantalla está asociada al fracaso.

Los responsables televisivos no se atreven con proyectos menos previsibles: quieren fórmulas contrastadas e intentan reproducir roles de éxito del pasado, con algún que otro aderezo. No sólo en tramas, también fomentando la percepción del público de que en las series españolas siempre están protagonizadas por los mismos actores: los Resines del éxito (aquellos intérpretes asociados al triunfo).

El futuro de la ficción pasa por historias más conscientes de su tiempo actual, que atrevan a explorar nuevas tramas, creciendo con perspectiva histórica pero superando la obsesión de los canales en pretender reproducir glorias ya vividas. Y en esa dirección parece caminar nuestro tejido audiovisual. El tiempo entre costuras o El Príncipe lo demuestran. El misterioso proyecto 'SP' de Bambú para Antena 3 también pueden dar un paso más allá en ese sentido. El riesgo de las ideas y el talento, que sustenta nuestra industria de ficción, nos salvará.

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