OPINION

'Sálvame': los cinco años de éxito del programa más denostado de la TV

SALVAME-DELUXE
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El pasado mes de mayo, Sálvame Diario anotó su mejor cuota (18,6% y 1.957.000 espectadores) desde octubre de 2011. Es la prueba irrefutable de su excelente mantenimiento entre los éxitos de Telecinco. Y eso que ya han pasado cinco años desde que se estrenó.

En marzo de 2009 arrancaba en late night un programa titulado Sálvame y presentado por Jorge Javier Vázquez. Su función: comentar el devenir de la edición de Supervivientes de turno pero de una forma especialmente divertida y desenfadada. Su aceptación fue inmediata, tanto que, apenas un mes después, Telecinco decidía que Sálvame debía probar suerte también en formato diario en su franja vespertina. Nacía así Sálvame Diario, destinado a salvar, con sus cuatro horas de duración, unas tardes que no levantaban cabeza tras el fin de Aquí hay tomate.

Ha pasado media década desde entonces, un lustro en el que Sálvame se ha convertido en piedra angular de la parrilla de su cadena.  ¿Cuál es el secreto de Sálvame para evitar el desgaste? Muchos son los ingredientes que este espacio ha traído a nuestra televisión, y unos cuantos méritos hay que reconocerle a su productora, La fábrica de la tele, siempre tan polémica y sin escrúpulos como, también, visionaria y capaz de crear formatos de bajo coste y alta rentabilidad. Para empezar, Sálvame ha reinventado la televisión rosa, derribando a los famosos "tradicionales" y sus grandes cachés para establecer un sistema de colaboradores que retroalimenta los propios conflictos de los que vive el programa.

Entre esos colaboradores, una en especial, Belén Esteban, que abandonó El programa de AR (Ana Rosa) para convertirse en el aliciente estelar de Sálvame y expandir a lo grande el uso truculento de su intimidad, llegando al apogeo de su popularidad mediante múltiples separaciones, mil desencuentros con su ex Jesulín de Ubrique, operaciones de cirugía, curas de desintoxicación, idas y venidas... Y, como Esteban, también Rosa Benito, Mila Ximénez, Kiko Matamoros, Karmele Marchante, Terelu Campos, Chelo García Cortés... Todos forman parte de un entramado que juega con sus vidas privadas, exprimiéndolas sin compasión, y ellos aceptan esas normas con tal de continuar en el barco. Da igual que acaben dementes o en el psiquiátrico: cualquier carta se juega a favor del show de las miserias ajenas.

Y esto se muestra al espectador como si del perfecto reality show se tratara. Sálvame deja ver sus entrañas, su plató no tiene fronteras y se enseñan constantemente sus bambalinas, los pasillos que lo rodean, las cámaras y los cables... Del mismo modo, en el estudio los colaboradores comen, cuchichean o hablan por teléfono. Y nada se oculta al espectador, que de pronto está viendo a Karmele relamiendo un yogur o a Belén Esteban rebuscando en su bolso. Esta "desmitificación" de lo que supone hacer un programa en directo se volvió rápidamente una de las grandes señas de identidad del formato, algo que lo hacía rocambolesco, poderoso y diferente, siempre comandado además por un presentador que sabe controlar con maestría este tono.

EL FACTOR JORGE JAVIER

Con su ironía, su humor, su instinto del espectáculo y su rapidez de reflejos, Jorge Javier Vázquez modera esta jauría de fieras como si no le costara el más mínimo esfuerzo, consiguiendo además que a él no le salpique ni uno de los trapos sucios que se ponen sobre la mesa. Hasta con un Premio Ondas le reconocieron su indudable carisma como "dueño del cortijo".

Pero el programa ha evolucionado en estos cinco años. Y, en muchos momentos, ha dejado de lado la transgresión con la que se instaló en la parrilla con una saludable mirada ácida, irónica y desmitificadora del mundo del cuore y se ha adentrado en territorios menos humorísticos, mucho más peliagudos, agresivos y hasta denigrantes para sus protagonistas. Estos contenidos han provocado, en repetidas ocasiones, oleadas de críticas y detractores que exigen la desaparición de un espacio como este, cuya versión diaria se emite además en horario de protección infantil. Y es que, obviamente, quienes hablan de"telebasura" encuentran argumentos de sobra y de peso en Sálvame para ilustrar este tan manido término.

Pero luego están sus dos millones de fieles, que encuentran en la tropa de Jorge Javier elementos más adictivos y reconocibles que los que ofrece cualquier telenovela. Porque Sálvame al fin y al cabo es eso: un culebrón que mezcla realidad, pasión, tragicomedia y conflictos guisados y al que, aunque es fácil de seguir, debes permanecer atento para no liarte con sus tramas y personajes.

Y el hecho incontestable es que rellena con éxito veinticuatro horas semanales de parrilla (cuatro horas diarias más otras cuatro el viernes por la noche) por mucho menos dinero del que supondría producir series o comprarlas. Y mientras esto continúe así, no habrá quien mueva de la programación a esta jauría que ya es parte intrínseca de la historia de nuestra televisión sin complejos. ¿Veremos a Sálvame cumplir diez años en 2019? Hagan apuestas.

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