OPINION

'Pequeños Gigantes' arrasa: el éxito de una función escolar de fin de curso en prime time

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El programa de Telecinco triunfa en su estreno con un 25,1 por ciento de share.

Los niños han dejado de tener programas infantiles dedicados a ellos para ser directamente los protagonistas de shows de mayores en horario de máxima audiencia. El gran éxito de La Voz Kids ha propiciado el lanzamiento de Pequeños Gigantes. No es nada nuevo, un show de éxito internacional que en España sólo se ha traducido en una insípida mezcla entre Tu sí que vales, El semáforo, Tienes talento, Factor X y Sopa de Gansos.

Todo lo habíamos visto antes, lo único que justifica el programa es la espontaneidad virginal de los niños seleccionados. Aunque, en principio, Pequeños Gigantes no presentó talentos de largo recorrido. Ninguno de los concursantes deslumbró de verdad. Sólo hubo el gracejo de retoños con mucho salero. Unos cantan, otros bailan y otros lo que les pidas: desde hacer el robot hasta contar un chiste.

Mucho lerele en un espacio que no parece actual. Aún así funcionó y lideró la noche con gran dato de cuota de pantalla, 25,1 por ciento de share (3.312.000 de espectadores). El martes era el día perfecto, TVE no tiene un gran producto en prime time y Antena 3 sufre el desgaste de Vive Cantando (ayer se quedó en un 12 por ciento y 1.869.000 fieles), serie a la que Telecinco supo debilitar hace una semana enfrentándola a una edición especial de Sálvame Deluxe. Y es que sabían que podían torpedear el estreno de una ficción que no venía tan fuerte en su segunda temporada en un canal que necesita más programas vivos.

Y Pequeños Gigantes casa con el público habitual de Telecinco, acostumbrado a quedarse en su canal pongan lo que pongan y ya inmune a la televisión que, cuando no es de corazón o una gran serie, se hace a medio gas. A este número de público fijo sólo hay que sumar espectadores foráneos. Así sucedió anoche con este nuevo programa de Jesús Vázquez que es ejemplo-tipo de esta forma de producción de contenidos que no está a la altura de la televisión internacional, que se recuerda más a las repúblicas bananeras.

La puesta en escena es un conjunto de retales recargados sin pies ni cabeza, la realización de las actuaciones no está cuidada, la iluminación es caótica y los famosos padrinos de los equipos de los concursantes son secundarios, en su mayoría con currículums inflados, que no transmiten la pasión ni la experiencia necesarias. ¿Lili de Dreamland? ¿En serio? ¿Quién es?

Tampoco funciona el jurado, muy estático y tópico. Bien por Jorge Cadaval, pero el trío se descompensa con Melody y Angy, ambas demasiado jóvenes y carentes de argumentos a la hora de opinar. Eso sí, las caras sobreactuadas de Melody son lo único que llamaron la atención en la primera noche, con unos previsibles veredictos de estos jueces que tuvieron que elegir en su estreno entre los niños candidatos. De hecho, no hubo retoño eliminado que no salió del escenario sin llorar. ¿Por qué empezar ya de esta forma tan competitiva?

La inercia y la espontaneidad de los niños prodigio ha dado el triunfo a Pequeños Gigantes, pero ahora el programa tiene que lidiar con su flojo casting, su forzada postproducción (se opta por un montaje brusco en muchos momentos en lugar de simplemente grabar el show con el nervio del falso directo) y con las comparaciones odiosas con, por ejemplo, Tu cara me suena, donde sí se ponen patas arriba las convenciones de este género.

Pequeños gigantes, en cambio, no es más que un enorme déjà vu de tópicos. Esto ya lo hemos vivido. Revolucionemos y avancemos, por favor.

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