OPINION

Antonio Banderas, ¿Goya de Honor para subir la audiencia de la ceremonia televisiva?

ANTONIO BANDERAS GOYA DE HONOR
ANTONIO BANDERAS GOYA DE HONOR

La Academia de Cine va encajando las piezas del puzzle para intentar organizar una gala lo más atractiva posible para el gran público. Tras el anuncio de uno de los actores revelación del año y cómico de pro, Dani Rovira, como maestro de ceremonias, ahora ha llegado el turno del Goya de Honor. Y se ha optado por nuestro actor más internacional, Antonio Banderas, a pesar de que es joven aún (sólo 54 años) y cuenta con mucho recorrido profesional por delante y, por tanto, con posibilidades de ganar un Goya como actor por próximos papeles.

Pero suponemos que este reconocimiento prematuro tiene un motivo principal: la Academia ha considerado que el intérprete es un buen reclamo para la gala. Aunque, a efectos prácticos, lo más probable es que su presencia no sume demasiado en audiencia. De hecho, su aparición sorprenderá menos que lo entrañable que resultaría ver recoger este galardón a una actriz mucho más veterana como Chus Lampreave, por poner un ejemplo de profesional que se lo merece sobradamente a su edad.

La televisión premia en este tipo de ceremonias la sorpresa, el carisma y la emoción. Y El Goya de Honor se creó para elogiar un trabajo de toda una vida, para aplaudir en pie a alguien que ha dedicado su trayectoria al cine y que quizás no ha contado con los honores que se merece. Y, como tal, es una gran oportunidad para crear un momento sentimental y memorable en la ceremonia. Antonio Banderas se merece muchos reconocimientos y su presencia en los Goya será un aliciente interesante, pero bien se podría haber construido de otras maneras.

Porque a la audiencia de Televisión Española ya no le impresiona tanto la internacionalidad de sus actores, lo que busca es el entretenimiento genuino que piensa en el espectador. No se queda en los saraos endogámicos que quieren ser Hollywood sin serlo. De ahí que una de las presentadoras más recordadas de la ceremonia sea Rosa María Sardá. Ella la hizo suya de un modo único. Dani Rovira también lo hará, a su manera. Porque esta será la gala de éxitos taquilleros que pasan por la televisión: 8 apellidos vascos, El Niño, La isla mínima...

Las cadenas tienen la sartén por el mango a la hora de promocionar las películas. Son las grandes plataformas que, con sus impactos publicitarios, triunfalistas noticias en sus informativos y entrevistas de autobombo, están logrando llevar a la gente de hoy al cine. Eso es una buena noticia. Lo malo: hay otro enorme sector del cine que se queda invisible.

El reto de la Academia será equilibrar esa balanza en un show televisivo que se ha demostrado que tampoco sirve para arrastrar al público a las salas. Sólo funciona como fiesta puntual del cine. Una fiesta que debe huir de la política y de las viejas alfombras rojas cargadas de ácaros para ejercer de verdad de plataforma para el talento que se cuece. Dani Rovira puede ser un buen gancho. El resto lo pondrá la emoción real de un guion que sepa sorprender en el peliagudo devenir de una interminable entrega de premios. Sin olvidar que hay mucho cine español más allá de 8 apellidos vascos, Antonio Banderas y las películas producidas por Antena 3 y Telecinco. 

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