OPINION

Las 4 artimañas de '¿Quién quiere casarse con mi hijo?' para convertir la realidad en una telecomedia

markus madre
markus madre

¿Quién quiere casarse con mi hijo? es el triunfo de la creatividad en el género de la tele-realidad. No es un programa de buscar pareja, no es un reality de convivencia: es una telecomedia del absurdo que se construye a través de un casting delirante que conecta con la complicidad de la audiencia. Lo consigue gracias a un constante flujo de guiños con el espectador, que es el último que participa en el programa al crear su propio chascarrillo, meme o gag en sus redes sociales personales.

¿Qué artimañas televisivas utilizan en el programa de Cuatro para conseguir ese surrealismo televisivo? Desgranamos cuatro trucos que pueden convertir a cualquier persona en el tróspido más friki.

1. Saber buscar.

El programa de Cuatro no sólo abre teléfonos y espera a que llamen fans de la tele, ansiosos de fama, para participar en el casting. Los responsables del formato también buscan activamente a sus 'cobayas' en las redes sociales. Twitter, facebook y, muy especialmente, Instagram (la aplicación de fotografías) son plataformas perfectas para dar con los perfiles de personajes que necesita el show. Por ahí contactan con posibles aspirantes a ¿Quién quiere casarse con mi hijo?. Porque las redes tienen mucho de reality a la hora de mostrar el infinito mapa de las personalidades humanas.

2. Grabar sin pausa.

No apagar nunca la cámara. En ¿Quién quiere casarse con mi hijo? se graba todo: antes, durante y después. Saben que, en cualquier momento, los diferentes personajes pueden hacer un comentario aprovechable o lanzar una mirada de desconcierto. Cualquier detalle es crucial para dibujar y reinventar las personalidades de los protagonistas en el montaje final. Incluso los instantes previos de la grabación son muy útiles para enfatizar los caracteres de los participantes. Cuando se relajan, cuando suspiran, cuando no están a la defensiva, cuando se sorprenden... El espacio no tiene guionistas como tal. El proceso de producción es al contrario al de una ficción. Aquí se acumulan horas y horas de grabación para, después, crear una historia cómica al unir, como si fuera un puzle, los mejores momentos de todo el material rodado con las diferentes acciones del casting. Lo que requiere un exhaustivo trabajo de redacción, minutado de las imágenes y edición final. Para contar una historia desternillante.

3. Imaginar sin cortapisas.

El principal secreto del éxito de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? es que no es un programa obvio. Conecta con el imaginario colectivo de la audiencia a través de guiños en las músicas, los rótulos o las puestas en escena. No se queda sólo en el conflicto fácil de la discusión acalorada o poligonera. Al contrario, desprende un gran talento a la hora de jugar, sin ningún miedo, con las ideas. De esta forma, la productora del espacio no tiene temor a sacar de contexto imágenes, miradas y declaraciones (incluso sílabas sueltas) para crear un gag que, en realidad, no sucedió. No pasa nada, el formato lo permite. Se cortan y pegan momentos que crean otro momento, mucho más divertido. Y para lograrlo se van poniendo a prueba las emociones de los participantes, proponiéndolos diferentes planes o actividades, que no son más que la excusa perfecta para que sucedan cosas. Llevarles a un viaje, incitar una cita, recomendar una vestimenta para aparecer en una trama...

4. Y un poquito de alcohol.

Si nos fijamos en algunas secuencias del primer programa de esta temporada de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, las mesas están llenas de botellas. Y no son botellas de agua. El alcohol desinhibe y este formato, como casi todos los de tele-realidad, invitan a la desinhibición con unas cuantas copas. Para que se suelten. Para que se dejen llevar. Para que pase lo que tiene que pasar.

Aunque, al final, en la televisión tróspida esas botellas no son lo más importante. Lo más importante es la experiencia colectiva de reírnos del surrealismo de nuestros congéneres y, en definitiva, de reírnos de nosotros mismos. Porque prácticamente ninguno pasaríamos la prueba del rodaje de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?: las artimañanas de la tele pueden convertir a cualquiera en tróspido, incluso al espectador más soso. Por eso mismo, por soso.

Y ADEMÁS...

¿Son así de verdad los concursantes del programa ‘Un príncipe para Corina’?

Las virtudes de Twitter que las cadenas (españolas) aún no aprovechan

Así está revolucionando Twitter los contenidos televisivLa televisión que busca la mofa... y el tuitos

Youtube: una poderosa vía de promoción e ingresos que la TV en España aún no aprovecha

Mostrar comentarios