OPINION

Crisis de creatividad en televisión: ¿se ha agotado la fórmula del éxito de los talent shows?

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El auge de determinados géneros televisivos es cíclico. En los últimos años, parecía que Gran Hermano ya había tocado techo. En cambio, esta temporada GH está imparable y rompe audiencias. Belén Esteban (y su incontrolable espontaneidad) sigue propulsando el share. Ha cambiado, de nuevo, el escenario catódico y ya existe cierta percepción de que el género de los talent show (donde se premia el talento), que había resurgido, se está agotando. Más aún cuando, también a nivel internacional, hay una crisis de formatos novedosos en el mercado: nadie encuentra una nueva fórmula de éxito que revolucione el archivisto enfrentamiento de artistas y jurados.

Pero esa sensación de que se ha agotado la fórmula del talent show es falsa. Se ha desgastado la manera de hacerlo, ya que no ha evolucionado en demasía en los últimos veinte años. Al contrario, sólo se ha intentado imitar una y otra vez métodos ya vistos.

No obstante, el talent show aún es vital para la competitividad de las grandes cadenas generalistas. Y más hoy en plena expansión de las redes sociales. Los talent son el género perfecto para propiciar la experiencia colectiva del comentario en Twitter o Facebook y conseguir, así, que se hable de las cadenas, fomentando una imagen de canales vivos. Por tanto, las posibilidades del género no han caducado y aún puede ser una alternativa interesante a los realities, como Gran Hermano o Supervivientes, que sí han sabido actualizar contenidos para dirigirse a su audiencia objetiva. Ese es el camino que deben encontrar también los talents: encontrar a su público perdido, huérfano de productos comprometidos con su tiempo, que es incluso a nivel publicitario más interesante que el de otros shows.

LA IMPORTANCIA DEL DIRECTO

De hecho, para una gran cadena generalista, el entretenimiento en formato talent y reality es más eficaz que otros géneros pregrabados, con una puesta en escena más montada y ficcionada, como puede ser el docushow o el docureality, Nuestra cultura televisiva sigue estando marcada por la gala tradicional con estructura de directo, que se alarga hasta bien entrada la noche. En canales como Cuatro o La Sexta sí funcionan muy bien formatos más editados como Quién quiere casarse con mi hijo o Pesadilla en la Cocina, pero no todos los públicos entienden esta estructura. Se ha evolucionado en este sentido con ejemplos como TopChefMasterChef, donde la escaleta reproduce la de un show en directo sin serlo, por las propias necesidades de los tiempos gastronómicos. Aún así, MasterChef en España sigue apostando por lo tradicional al contar con una presentadora, algo que no ocurre en otros países donde se bastan con los cocineros. Y es que la presentadora aporta sensación de directo, lo cual siempre da a los productos un plus de dinamismo e imprevisibilidad fundamental para sustentar el interés en una gran cadena.

Por otro lado, el poderío de Pequeños Gigantes o La Voz (este 2015 con la expectativa generada gracias al fichaje de Alejandro Sanz y Laura Pausini) demuestra que el género del talent show continúa en auge. También Tu cara me suena, y eso que le faltó sorpresa a su última edición con niños. La sorpresa. Esa es la clave que escasea en nuestra televisión y supone la frustración a la hora de generar alternativas de programas de entretenimiento en prime time, En Tu cara me suena mini los críos no imitaban y el casting adulto, repescado, estaba muy visto. Faltó sorpresa y espectáculo, pues. Aunque, aún así, aguantó el temporal manteniendo casi dos millones de fieles frente a Águila Roja y GH. El espacio, ideado en la factoría Gestmusic, sigue siendo un valor competitivo.

LA DIFICULTAD DE ARRIESGAR EN NUEVOS FORMATOS

Las miserias de las vidas ajenas arrasan en la pequeña pantalla. Es evidente. Eso es lo fácil. Pero no sólo de Belén Esteban y Paquirrín vive la televisión más rentable que, además, también tiene una responsabilidad social con un país que debe poner en valor el esfuerzo y no la picaresca. En ese sentido, deben existir todo tipo de contenidos para todo tipo de audiencias y anunciantes. Y los responsables de las cadenas deben frenar la espantada de un interesante público que está perdiendo la ilusión en la tele tradicional.

¿EL ESPECTADOR PREFIERE EL MORBO AL TALENTO?

Los shows de entretenimiento que han intentado marcar la diferencia al morbo no han funcionado porque, en la mayoría de los casos, se han hecho mal: la audiencia los sentía prefabricados, obvios y descafeinados. Los talent funcionan y seguirán funcionando cuando el público se sienta partícipe de verdad (las redes aún no se han exprimido realmente) y no se queden sólo en el conflicto evidente, el casting 'identificable', el repertorio musical de 2001 y la emoción forzada. El secreto es no ser conservadores. Es un error hacer un formato mezclando las cuatro ideas que ya hemos visto e infravalorar constantemente la inteligencia del espectador, que agradece la complicidad, lo desconocido y el riesgo.. Hay que atreverse a poner patas arriba los shows de entretenimiento y sus normas. Ilusionar con espontaneidad real y no tener miedo a que alguien se salga del guion.

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