OPINION

La telefobia a la cultura

a lo bestia
a lo bestia

Hubo un día en el que los desfiles de modelos se convirtieron en protagonistas de la sección de cultura de los informativos. Apoyar la industria de la moda se podía traducir como cultura, sí, pero no era cultura. Era un truco fácil para subir la audiencia. Más aún si eran desfiles en bañador.

Es un hecho objetivo: cuando empieza la sección de cultura en los Telediarios baja la cuota de pantalla. Tan desolador como real. Pero el trabajo del editor de un espacio de noticias es encontrar el equilibrio perfecto para salvaguardar unos contenidos, tan necesarios como interesantes, que tal vez el periodismo no siempre supo contar con el atractivo que merecían. La cultura para el pueblo pero sin el pueblo.

Los tiempos han ido cambiando. Y la sección de cultura se ha ido desvaneciendo de los informativos. Sobrevive en TVE, donde debe ser un pilar diario y donde se realiza un buen trabajo gracias a la personalidad propia de periodistas como Carlos del Amor, pero en las privadas se traduce en noticias puntuales en la que la espectacularización ha ganado la batalla a la palabra. Porque, como dice José María Carrascal, la televisión no sólo es información también es espectáculo.

El público en busca de contenidos culturales sigue contando con su refugio en La 2. Sin embargo, la cadena pública se ha atado, por necesidad, al patrocinio cultural que hace depender a los contenidos de ciertos espacios de empresas interesadas en un tipo de tratamiento específico (compañías eléctricas, bancos, cajas de ahorros, empresas de telefonía...). No obstante, salvaguarda interesantes contenedores de programas como los Imprescindibles (los viernes) con excelentes trabajos de producción propia. Pero otra parte de la audiencia, en busca de contenidos diferenciados, se van a las cadenas temáticas de las plataformas de pago. Allí encuentran canales de documentales como Discovery, Odisea o National Geographic. Una interesante alternativa de calidad que, sin embargo, también se está torciendo, en ocasiones, al docushow.

Porque los procesos en cadena a la hora de fabricar la televisión está propiciando que se apliquen 'técnicas' de realities a espacios documentales. Casi empieza a ser lo normal sin darnos cuenta. Esto es interesante para programas de entretenimiento como Empeños a lo bestia o Acuarios XXL, pero estas tácticas para contagiar el interés del espectador (y elevar el share) no deben de impregnar toda la producción documental. Porque esos formatos televisivos no pertenecen al género documental. Son 'factuals'. O lo que es lo mismo: shows de testimonios realizados desde localizaciones reales.

Sin embargo, a veces, es difícil escapar de cebos engañosos, músicas de tensión impostada y estratagemas poco creíbles. También en programas y cadenas 'culturales'. Incluso en canales que venían con cierta reputación internacional (National Geographic, Historia...), que hasta llegan a olvidar su ADN y caen en la trampa del show (basado en el conflicto prefabricado) que mata a la esencia del formato cultural o programa documental.

Una trampa que sólo espanta al público objetivo de este tipo de espacios a otras plataformas online y que espacios de actualidad como Salvados ha logrado capear, utilizando interesantes técnicas televisivas sin caer en el truco del sensacionalismo barato. Porque La 2 y la televisión temática no debe olvidar que, al final, para contagiar la curiosidad al espectador no hacen falta rimbombantes fuegos artificiales: sólo basta una mirada propia que sepa conectar con el interés del público al contar con emoción, datos contrastados y vehemencia, mucha vehemencia, una historia. Una historia para la historia.

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