OPINION

5 retrocesos de los programas 'talent show' en España

ruth lorenzo levantate telecinco
ruth lorenzo levantate telecinco

Levántate llegó el martes pasado con gran éxito a Telecinco. Ayer, en cambio, bajó su audiencia tras el estreno de Bajo Sospecha en Antena 3, que alcanzó un excelente 21.6 por ciento de share y 4.216.000 espectadores frente a un 17.3 por ciento de cuota  y 2.593.000 fieles de un talent show que no es un talent show al uso. Los propios responsables del programa lo definen como emotalent. Y no se equivocan. Porque, en este caso, el espectáculo se construye a través de los sentimientos que generan las bondades o problemas de los protagonistas: espontáneos niños que cantan con sus padres, eternos aspirantes a famosos. Esa es la principal baza del programa, pero el formato contiene más potencial. Sólo hay que evitar cinco retrocesos que están sufriendo los programas musicales, que los hacen más débiles y menos imprevisibles:

1. La muerte de la escenografía

Cualquier talent show tendrá más éxito si no parece que ya lo hemos visto antes. Los decorados son clónicos, no cuidan una personalidad propia diferenciadora, ya sea buscando una excusa creativa de guion o jugando con una realización que mime los detalles más allá del aquí te pillo, aquí te grabo. Se puede crear un envoltorio a cada actuación. No sólo quedarse en una gran pantalla de Leds. Así se genera más sorpresa y nervio en el espectador. Se propulsa la sensación de programa-acontecimiento que no te lo puedes perder. O te quedarás fuera de los comentarios de familia y amigos.

2. La luz de Supermercado

La obsesión de las cadenas porque todo sea luminoso, para que entre bien por los ojos del público, propicia que los platós sean iluminados de una forma plana. Pero un show musical no es igual que Sálvame. Se puede realizar un programa colorido, vibrante y deslumbrante jugando con ambientes y texturas. Es posible. De hecho, es habitual en todas las televisiones de nuestro entorno.

3. El universo prefabricado

La audiencia ha perdido ingenuidad a la hora de ver la televisión. Pero no es culpable, lo han propiciado los propios canales con programas con guiones férreos que creen que es lo que emociona a la audiencia. Y lo provocan. Se les ve el plumero. No son buenos tiempos para arriesgar y dejarse llevar, pero un talent dejará pegado a la pantalla a una audiencia más masiva, con la fuerza de una mayor amplitud de targets de clases sociales, si huye de reproducir roles y buscar la lágrima más fácil de la manoseada historia superación. Tienen más poder los sentimientos que surgen de un producto global. Donde desde el jurado al profesor en la Academia sienten, de verdad, lo que están haciendo. Viven el producto y no lanzan comentarios que son un puñado de frases hechas, repetitivas e impostadas. Una gran parte de los espectadores ya no se lo creen, se quedan fuera. Porque se evidencia que casi todo está empujado desde el artificio. Desde la falsedad. De 'esto hay que hacerlo porque funciona'.

4. El bucle de canciones

A la caza del tema reconocible por la audiencia, los talent shows en España se han quedado en una selección musical muy básica, compuesta por cincuenta temas intercambiables que se cantan siempre. Alguna vez se cuela un nuevo, sí, pero tarde y sin demasiadas licencias, no vaya a ser que la gente no lo pueda cantar desde casa. Aunque la televisión no sólo es sentirse reconocido en el lerele, también es asombrarse al descubrir canciones icónicas que no se cantaron en OT1 y La Voz. En países de nuestro entorno lo realizan constantemente con ayuda de puestas en escena que emocionan por sí mismas. Donde se canta bien y se contagia sentimiento a través de la música y lo que rodea a la música. Más allá del gorgorito y arreglos musicales reguleros.

5. Las mecánicas cuánticas

¿Por qué triunfa La Voz? Porque su mecanismo de elección es simple como un click. ¿Por qué no Rising Star, que parecía un gran éxito internacional? Porque la frialdad de una pared de Leds en donde se proyecta una barra de porcentajes, con los espectadores que votan al concursante, no empatiza con la audiencia de casa, es complejo y frío. En Levántate es el público en estudio que decide levantándose, de ahí el nombre del programa. Pero no vemos prácticamente planos de reacción de esas personas de la grada. Se quedan en un número. No se aprovecha esta premisa del espacio para transmitir reacciones a través de lo que sienten viendo las interpretaciones. No percibimos la emoción a través de ellos. Si son juez y parte, ¿no sería importante mostrar más sus emociones o caras de desinterés?

Levántate se ha centrado en que la emoción de las historias de los concursantes, niños y familiares, sean las que generen espectáculo. Es lícito, por eso lo llaman emotalent. Pero la televisión genuina es el que se construye a la contraria: cuando del espectáculo completo surge el show en sí. En puesta en escena, en votaciones, en sorpresa, en carisma... No sólo en el testimonio vital sensiblero y el lerele cañí.

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