OPINION

Oscar 2015, la vida después del selfie... y Ellen DeGeneres

selfie oscar
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Han pasado doce meses. La última gala de los Oscar no fue una ceremonia más. Marco un antes y un después en muchos aspectos de la retransmisión televisiva. Hoy, Neil Patrick Harris, experto en presentar con éxito este tipo de eventos coge el testigo. Impregnará al sarao de su personalidad. Aunque las comparaciones con Ellen DeGeneres serán inevitables, pues la actriz y presentadora supo conjugar, hace un año, con maestría su capacidad de no quedarse sólo en los clichés de las tradiciones e incorporar el lenguaje de la espontaneidad de la calle. Reprodujo el ADN de su talk show diario en los Oscars. No fue un error, al contrario: impulsó lo mejor del lado televisivo de este espectáculo.

Y es que, con un control absoluto del directo, DeGeneres fue más allá del guion preescrito. Reaccionó con la actualidad. Incluso, durante el monólogo inicial, bromeó con una nueva caída de Jennifer Lawrence, ocurrida sólo minutos antes en la alfombra roja. Lawrence también se cayó el año pasado, cuando salió a recoger el Oscar a la mejor actriz. “Jennifer, si esta noche ganas te llevamos nosotros el Óscar al asiento”, sentenció ágil la maestra de ceremonias.

Nada encorsetada, con una tranquilidad apabullante y brillante en su dominio absoluto de los engranajes televisivos, Ellen y su equipo de guionistas dieron la vuelta al protagonismo del teatro. Ya lo hizo en los Oscars de 2007. Pero en 2015 fue más lejos, ya que el epicentro de la gala no estuvo en el escenario. El foco se puso en el patio de butacas, donde está el verdadero centro de atención de la noche: acoge a todas las grandes estrellas de Hollywood. Y Ellen lo aprovechó. Lo jugó a su favor.

De nuevo, DeGeneres evidenció su capacidad para romper los encorsetamientos de cualquier gala, dotándola de un dinamismo extra. Sólo aparecía cuando era necesario. Sigilosa y apostando por píldoras que se basaban en informales interacciones con ese patio de butacas vivo, gracias a unos actores que entienden el instinto del show y huyen de frías corazas. Es la meca del cine.

Así, las estrellas jugaron con la presentadora que, con su naturalidad aplastante, propició impagables reacciones de actores y actrices. Hasta pedir varias pizzas familiares para que no pasaran hambre los pobres famosos asistentes. Julia Roberts se puso las botas con su porción de pizza de queso. Impagable imagen.

Y fue un pizzero real. Con pizzas reales. Y se las comieron. Nada de figurantes, buscaron un trabajador con una historia detrás de verdad. No se prefabricó el momento. Sólo se propició. Y, de paso, se hizo también, la no menos importante, autocrítica a una larga ceremonia donde terminan sonando las tripas de los asistentes. Esta es otra clave para triunfar con cualquier espectáculo de estas características: reírse de uno mismo y saltarse de vez en cuando la tentación de la obsesión por lo políticamente correcto.

Aunque el gran instante de la noche fue el cacareado selfie. Todavía colea. DeGeneres es una de las pioneras en aprovechar las ventajas de las redes sociales y generar contenidos propios. Para ella Twitter, Facebook o Instagram no son plataformas que albergan spam y autobombo, son una ventana más con identidad propia. Ya lo hizo en la ceremonia de 2007, cuando obligó a Steven Spielberg a disparar una improvisada foto para su Myspace… Los retratados: Clint Eastwood y ella misma. . No iba a ser menos en 2014: se pasó los Oscars 2014 con el móvil a cuestas. Realizando fotos a diestro y siniestro (bambalinas del teatro inclusive) hasta consumar una de las grandes imágenes de todos los tiempos: el selfie más retuiteado hasta la fecha con rostros como Meryl Streep, Julia Roberts, Brad Pitt, Kevin Spacey, Jennifer Lawrence, Lupita Nyong'o, Angelina Jolie o Liza Minelli saltando por detrás.

Los millones de tuiteros que vieron la gala, con sólo un clic, pudieron interactuar con la foto colgada por la propia Ellen. El público se convertía en partícipe al retuitear la instantánea. No quedó ahí el efecto. Al día siguiente, los memes se multiplicaron. Los usuarios de las redes sociales participaban, de esta forma, también con su creatividad en los Oscars. Aunque fuera manipulando y deformando la famosa autofoto. De ahí que la gala perdure en el tiempo gracias a ese icónico momento para la televisión. No fue una gala más.

Y todo mostrado con una transparente y milimetrada realización y una puesta en escena que no se contaminó por la moda de las clónicas grandes pantallas de Leds, que hacen que todos los programas se vean iguales. El decorado mezclaba proyecciones con ornamentos tradicionales, de plástico y cartón-piedra, donde la luz era fundamental para transmitir ese glamour de las grandes galas de premios. Iluminación que iba variando durante la noche para engrasar cualquier resquicio de monotonía visual.

Ellen y su equipo captaron la esencia de la tradición de los Oscar, sí, pero también terrenalizaron la ceremonia. Ese el factor del gran éxito. Ahí está el antes y el después. Porque el glamour no es incompatible con ver a Julia Roberts comiendo un trozo de pizza, probablemente ya fría. Todos tenemos hambre, todos nos aburrimos en una entrega de premios, y los protagonistas de los Oscars cuanto más espontáneos, mejor.

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