OPINION

Siete parecidos razonables entre los Oscars y los Goya 2015

calzoncillos oscars
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Los norteamericanos son maestros en eso de realizar ceremonias de premios. Para algo son los pioneros. La receta para el éxito: no se dejan deslumbrar por la improvisación, conocen la importancia de tener todo medido al milímetro. Así, el sarao se ensaya minuciosamente y se piensa para la televisión, no para el ombligo de la industria cinematográfica. No dejan nada a la casualidad, salvo una clave: la espontaneidad que surge de cada momento. Y esa espontaneidad surge más en unas galas que en otras...

Después de la resaca del año de Ellen DeGeneres, una experta show-woman de la pequeña pantalla, este ha sido el año de Neil Patrick Harris. Es un actor todoterreno que ha hecho cine, teatro y televisión, con especial destreza para lo musical, como ha demostrado presentando los Premios Tony. Su estilo como maestro de ceremonias ha estado, por tanto, a medio camino entre el humor, lo cantado y las coreografías. Lo hizo en unos Oscars 2015 con los que nos podemos comparar. A nuestra manera.

Estos son los siete parecidos razonables de tío Oscar y tito Goya. En este 2015, claro:

1. El homenaje (cantado) al séptimo arte.

Las dos ceremonias tuvieron su número musical de arranque. En la versión española, actores de todas las generaciones se juntaron en el escenario poniendo voz a Resistiré. En los Oscars no estaba Ana Belén, pero también hubo homenaje a la historia de su propio cine. Neil Patrick Harris hizo gala de su portento de voz a través de una coreografía coordinada con una gran pantalla en la que se proyectaban escenas icónicas. Espectacular arranque. Breve, conciso, emocionante. Moderno y, al mismo tiempo, clásico y conservador.

2. Histerismo en el control de realización.

La mala pata de un cámara. Si en los Goya se critican los vaivenes de cámara y realización, en estos últimos Oscars los norteamericanos han demostrado que, de vez en cuando, ellos también sufren algún traspiés. De hecho, se coló algún tramoyista en plano cuando no tocaba. Esperemos que no le hayan castigado mirando a la pared.

3. Miguel Poveda and friends.

Miguel Poveda no hizo un miniconcierto en los Oscars. Para eso están los Goya. Pero en la gala de Hollywood también hay (mucho) hueco para las actuaciones musicales. Los nominados a la mejor canción ejecutaron en directo su creación, con una puesta en escena ideada para cada intérprete. Siempre elegantes, con una coreografía de cámaras y luz mimada, dotando a cada tema de su atmósfera, ya sea ñoña o gamberra eurovisiva (como la de la canción de La Lego Película). También hubo una actuación de Jennifer Hudson dedicada a los fallecidos y un homenaje de Lady Gaga (¿intento desesperado de captar audiencia?) a Sonrisas y lágrimas que terminó con la aparición en el escenario de la mítica Julie Andrews,

4. Viva el dorado.

El gran plató del Teatro Dolby (antes Kodak) de Los Ángeles no es un mini auditorio de un hotel de carretera, como ocurre en nuestros premios. En eso no hay comparación posible. Pero tanto Oscars como Goyas cayeron en la decoración a lo Galerías Velvet, Mucho dorado, vamos. Eso sí, cada uno a su manera. En los Oscars saben aprender de su historia. Buscan la finura y no se quedan nublados por las grandes pantallas de leds. Al contrario, juegan con la escenografía tradicional (los fondos cambiaban, algunos espectaculares como una fachada de cine) y la iluminación en un eficaz decorado que en realidad es más sencillo y minimalista de lo que parece en pantalla.

5. La reivindicación y otros agradecimientos.

Tanto los Goya como los Oscars cuentan con premiados pelmas. Normal, hay que aprovechar ese momento irrepetible para dar las gracias a toda su familia. Aunque los norteamericanos nos ganan en instinto del show con sus salidas de tono en los agradecimientos, como ocurrió con Patricia Arquette y su reivindicación de igualdad entre mujeres y hombres o el guionista Graham Moore confesando que se intentó suicidar de pequeño porque se sentía un bicho raro. Ellos aprovechan al máximo el tiempo, pues enseguida suena la música que les invita a abandonar rápidamente el escenario.

6. Los figurantes y el patio de butacas.

Neil Patrick Harris, por supuesto, se paseó por el patio de butacas y se encontró con el star system, pero sin selfies. También bromeó con los figurantes que ocupan el sitio de los premiados para que no existan huecos vacíos si los invitados van al baño o directamente se marchan. Desveló el truco y lo jugó en el show. En nuestros Goya, sin embargo, parece que no hay presupuesto para figurantes: a medida que avanzaba la ceremonia de Dani Rovira, más y más butacas vacías se veían.

7. Desnudos por necesidades del guion.

Neil Patrick Harris salió al escenario en calzoncillos. Lució palmito durante un plano secuencia en el que se homenajeó a Birdman y también a Whiplash. Dani Rovira hizo lo propio en los Goya. Eso sí, él con la parte de arriba puesta, que ya le sacan suficiente sin camiseta en la serie B&B de Telecinco. En general, el humor de Neil Patrick Harris ha resultado más sibarita y minoritario que el de Ellen o que, por seguir comparando con lo nuestro, el de Dani Rovira.

Quizás por eso, este año la gala de los Oscar ha sido más plana y aburrida que otras ediciones recientes. Especialmente alargada es la sombra del recuerdo del año pasado, cuando Ellen DeGeneres convirtió la ceremonia en algo muy parecido a su show televisivo y logró momentazos (el selfie de estrellas, las pizzas en el patio de butacas...) que hicieron vibrar a los espectadores, colapsaron las redes sociales y, sobre todo, consiguieron que todo el mundo hablara de la gala al día siguiente e incluso los meses siguientes. Anoche, sin embargo. lo memorable brilló por su ausencia.

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