OPINION

'Cine de Barrio': los motivos que lo convierten en valioso para TVE (aunque no sea popular decirlo)

PARADA CINE DE BARRIO DIEZ ANOS
PARADA CINE DE BARRIO DIEZ ANOS

"Me gusta mucho el cine español, veo mucho Cine de Barrio en TVE", ha afirmado Iñigo Méndez de Vigo, en una entrevista al diario El País. El nuevo ministro de Educación, Cultura y Deporte no se percataba de lo que le esperaba en las redes sociales por tal declaración. Había nombrado el programa perfecto para causar indignación, pues es un espacio cargado de prejuicios, como el propio cine al que acoge.

Pero, a pesar de sus estigmas, Cine de Barrio es un buen programa, que representa la televisión pública bien hecha, que está documentada y cuida el envoltorio final del producto. Esa televisión pública que, además de hacer un ejercicio de nostalgia, también sabe divulgar con proximidad el popular cine de los 50, 60 y 70.

Un mítico espacio que llegó de casualidad a la parrilla, cuando los responsables del ente quisieron aprovechar que caducaban los derechos de emisión de varias películas adquiridas a precio de saldo. Entonces, acudieron a José Manuel Parada, enciclopedia andante del género, para que realizara unas presentaciones que aderezaran cada proyección. Pero el comunicador dijo que sólo lo haría si le dejaban crear un formato televisivo más complejo, a su medida.

Dicho y hecho. El programa se estrenó en La 2 y, en octubre de 1995, dio el salto a La Primera. Había sido un éxito inesperado de esos que se cocinan en el estío y terminan perviviendo sin fecha de caducidad.

De hecho, este verano, Cine de Barrio ha cumplido 20 años de emisión. Ya no pulveriza los shares como antaño y contiene muchos elementos por mejorar, pero es un espacio cinematográfico de valor didáctico a través del entretenimiento.

Porque el éxito de este formato no fue casual: José Manuel Parada, junto con el mítico realizador de TVE Luis de Galinsoga, dieron en la diana al construir un programa con gancho, carisma y, sobre todo, mucho sentido de la televisión.

No se quedaron en un debate gris con batallitas de viejas glorias: crearon un magazine con ingredientes propios. Parada entendió que debía rodearse de un equipo de personajes, como si fuera una telecomedia, cada uno con un rol definido, que aparecían y servían para dinamizar el ritmo del show: el pianista repeinado, Pablo Sebastian (que acabó transformado en enemigo íntimo del propio Parada, al estilo de un culebrón de sobremesa), la vecina cotilla o la chispa de Miguel Caiceo.

Y los actores y actrices acudían a este particular cortijo sin miedo a dejarse llevar destripando secretos, realizando confesiones, narrando anécdotas y, por supuesto, cantando alrededor del piano. Porque el programa acababa con un final musical apoteósico (y a veces desafinado), que la audiencia esperaba con interés después de cada película. Era la guinda a una reunión folclórica en la que el espectador se sentía partícipe (y en el que las nuevas generaciones descubrían una historia española que no vivieron).

Aunque, sobre todo, el pilar fundamental que sostiene el programa, aún hoy, es que logra aderezar las entrevistas en el plató con una posproducción de imágenes, que incorpora momentos claves de la historia de cine. La edición enriquece y contextualiza cada palo que toca la conversación.

Una trabajada realización, de principio a fin, que se ha mantenido después del polémico cese del alma del programa, José Manuel Parada, allá por 2003. En los años de Carmen Sevilla (primero acompañada de Juan Carlos Cerezo y después ayudada de Inés Ballester) el programa perdió parte de su esencia, que recuperaría con su actual maestra de ceremonias Concha Velasco.

La Velasco aporta el plus de ser una de las protagonistas claves de toda la historia del cine español. Si Parada era un entusiasta del género, la actriz es protagonista en primera persona, aportando un torbellino de información y vivencias en la mayoría de las emisiones. Además, su carismática capacidad como presentadora llena el plató incluso cuando está vacío gracias a su poder para la comunicación cómplice con el espectador.

Porque, tanto con Parada al frente como con Velasco, Cine de Barrio es un programa de entretenimiento que consigue recopilar testimonios y rescatar imágenes que son una valiosa radiografía documental del cine que entretuvo a un país durante décadas. Ese es el valor del formato y menoscabarlo es injusto. Está claro que nuestro ministro de Cultura está en la obligación de conocer también todo el cine español actual, pero desde luego tampoco pierde el tiempo viendo Cine de barrio.

@borjateran

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