OPINION

Lina Morgan ha muerto: la actriz que sabía el guiño que necesitaba el público en cada momento

LINA MORGAN
LINA MORGAN

Nació a muy pocos metros del que después se convertiría en su propio teatro, La Latina. Allí, llegó a colgar el cartel de ‘no hay localidades’ a diario. Lina Morgan ha fallecido, tras dos años luchando contra su enfermedad, primero en el hospital madrileño Beata María Ana y después en su casa del barrio Niño Jesús.

Lina Morgan alcanzó, durante décadas, una popularidad imposible hoy en día que la convirtió en la actriz más querida de todo el país. Una admiración común que no entendía de edades, ni de clases sociales.

De familia humilde y nacida en plena Guerra Civil, Lina empezó su trayectoria como bailarina hasta que se transformó en una vedette particular, su instinto sobre el escenario contagiaba al público. Rápido, destacó en la compañía del gran productor teatral del Madrid de ‘la revista’, Matías Colsada (antiguo propietario de los teatros La Latina y El Monumental, entre otras míticas salas).

Visto su desparpajo, este magnate confió en María de los Ángeles López Segovia el papel protagonista de la obra Mujeres o Diosas (1956). Entonces, no quedó más remedio que buscar un nombre más a tono con el universo del espectáculo. Así que Lina cogió su diminutivo y, a la caza de la palabra con sonoridad perfecta, se inspiró en el pirata y la Banca Morgan, un símbolo que en la época parecía lo más cosmopolita y glamouroso.

Ya no había marcha atrás, había arrancado un carrerón imparable en teatro, cine (más de 25 películas, su favorita: La tonta del bote, 1970) y televisión. Mucha televisión, donde participaría en prestigiosos Estudio 1 con La chica del gato (1966), El landó de seis caballos (1968) o diferentes formatos de variedades.

Pero, tras la muerte de Franco, Lina, que empezó a invertir dinero propio en sus funciones, se arruinó, pues en la resaca de la dictadura el público comenzó a dar la espalda al humor más castizo de la revista del destape. Sin embargo, fue con una invitación de José María Íñigo a Directísimo cuando la artista recuperó el foco de atención perdido y despertó la curiosidad masiva de la audiencia. De esta forma, con ayuda de la promoción televisiva, pudo estrenar obras como Casta ella, casto él, junto a Florinda Chico y Antonio Ozores.

Aunque fue con Vaya par de Gemelas cuando todo cambió. La obra arrasó en taquilla, desde 1980 hasta 1983. Se recaudaron casi 3000 millones de pesetas y ahí surgió un revolucionario flirteo entre Morgan y la pequeña pantalla. Y es que TVE decidió grabar, tal cual, la función teatral sobre las hilarantes hermanas gemelas. Sólo bastaron cuatro cámaras y el poder de Lina (y su pierna) sobre las tablas de su Latina.

EL CARISMA DEL TEATRO QUE TRASPASÓ LA TV

Lo que pudiera parecer una estática retransmisión escénica que rozaba lo antitelevisivo, se transformó en un colosal éxito que sedujo a 20 millones de telespectadores y que alimentó más las ansias de ver a Lina, en directo, en el teatro con su particular radiografía de España. La actriz consumó la fusión perfecta entre tele y teatro como acontecimiento mediático.

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En la misma línea, luego vendrían Sí al amor (1984-1987), El último tranvía (1987-1991) y Celeste no es un color (1991-1993), donde compartía escenario con Marisol Ayuso, Doña Eugenia en Aída. Todas estas comedias fueron taquillazos y su emisión televisiva era una cita obligada.

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Y, claro, con la llegada de las privadas, Antena 3 tentó a Lina para protagonizar una serie de verdad: con sus exteriores reales, sus cambios de localizaciones… Compuesta y sin novio, dirigida y escrita por Pedro Masó, fue la historia elegida. Lina Morgan intentaba crecer como actriz. Tuvo buenas audiencias, aunque esta producción pasó más desapercibida con el paso del tiempo. ¿Por qué? Le faltaba el runrún del público del teatro.

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De hecho, su gran triunfo televisivo fue Hostal Royal Manzanares. Un invento de Valerio Lazarov, ideado al milímetro por y para la actriz. Cuatro temporadas de audiencias millonarias con un papel por el que la actriz cobró 24 millones de pesetas por capítulo.

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Después de Hostal Royal Manzanares se intentó reproducir el éxito catódico de Lina con otras producciones: Una de dos (otra de gemelas, 1998), Academia de baile Gloria (2001), o, en 2004, la insípida tira de sketches de ¿Se puede?, que fue un fiasco y que despertó el malestar de la intérprete con TVE porque consideraba que había sido mal programada.

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EL SECRETO DE SU ÉXITO Y SU FRACASO

Al final, sus últimas series no lograron repetir aquellas audiencias millonarias y pincharon. Y es que todas estas producciones se olvidaron de la clave del éxito de Lina Morgan: la esencia del teatro de la comedia. Porque la actriz es de esa estirpe de artistas que lograba la magia de ir más allá del guion para interactuar con la emoción del público en directo, ya fuera con el suspiro, la sonrisa o la carcajada.

Una cercanía que se traducía en miradas cómplices con su público que estaba sentado en su teatro y, también, en su Hostal Royal Manzanares, una serie que se grababa como una función y en la que, al final, Lina subía a saludar a sus fieles a la grada. Lo hacía con un simbólico ramo de flores en la mano. Un momento que transmitía un gran derroche de emoción también desde casa.

La televisión impulsó la imagen de diva teatral de Morgan, pero de diva tangible, cercana, real, intuitiva. Es la última gran cómica de la España que sabía reírse de sí misma, la artista que sabía el guiño, el gesto y el gag que necesitaba el público en cada momento.

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