OPINION

Los trucos de la TV para favorecer la telegenia de sus presentadores

ana rosa quintana
ana rosa quintana

- Antes de la existencia de Instagram, la tele ya utilizaba sus filtros...

Salir guapo en la tele es incómodo por naturaleza. Desde que se inventó la pequeña pantalla son habituales necesidades escénicas para favorecer a actores, presentadores, colaboradores y, por supuesto, invitados. O, al menos, intentarlo.

Lejos quedan aquellas medias (de vestir) que las actrices obligaban a calzar en los objetivos de las cámaras. De ahí que, en determinadas ocasiones, percibiéramos a Sara Montiel algo borrosa y con un brillo excesivo en su vestido. Incluso había estrellas internacionales, como Catherine Deneuve, que en las campañas de promoción de sus películas portaban, de plató en plató, su repertorio de medias para incorporar amablemente en la lente. Pura artesanía destinada a crear ese ambiente nebuloso que inevitablemente embellecía al personal, ya que provocaba una especie de miopía instantánea en el espectador.

Por suerte o por desgracia, todos estos trucos han ido sustituyéndose por filtros digitales que se han democratizado como nunca, sobre todo, gracias a la red social que más fomenta el retoque, Instagram. Aunque con la alta definición, ya no sirven las medias y sus sucedáneos ni para atracar bancos. Son otros elementos los que mandan en la televisión.

1. La iluminación

La iluminación siempre ha sido crucial. Es el gran as en la manga. De hecho, las antiguas folclóricas sabían localizar en los platós donde estaba la "buena luz" y no se movían de su foco ideal para, así, impedir cualquier evidencia de imperfección y aparecer radiantes ante el público. Cuanta más luz en los primeros planos, mejor. Y a más edad (y menos operaciones de cirugía estética), aún más luz.

Los platós de El Programa de Ana Rosa (en la foto de arriba), Espejo Público, Zapeando o el desaparecido Alaska y Segura son ejemplo de lograr puestas en escena con una iluminación que favorece a los protagonistas del formato y, además, hace sentir al espectador en un espacio acogedor.

2. La cámara lo más lejos posible

Es preferible que el camarógrafo esté lo más lejos posible del protagonista del show. De esta forma, se suavizan rasgos y otras susceptibilidades. Sin embargo, no siempre se puede. Menos aún si hay que leer el 'autocue' (chivato que tiene la cámara para dictar el guion al comunicador de turno). Entonces, el conductor necesita la cámara bien cerca. Excepto si es Alaska, que es capaz de descifrar lo que pone en el 'cue' aunque esté situado en la otra punta del estudio. Como si nada.

Otra argucia es la altura de la posición de cámara. Determinados presentadores piden un plano con cierto picado. Se trata de poner la cámara un poco más alta del protagonista del show, ya que los cenitales (casi) siempre favorecen. Es suficiente con que el encuadre mire un poco por encima 'del hombro' para hacer vivir un tiempo más feliz a más de un maestro o maestra de ceremonias.

3. Sofás incómodos

Los sillones o sofás confortables deben estar prohibidos en televisión, pues el invitado en cuestión cae repanchingado. La tele exige estar erguido, como si estuvieras a la defensiva. Los asientos de los platós suelen ser de un diseño original, pero poco o nada hospitalarios para el que los ocupa. Así, el protagonista mantiene el tipo, como les sucede, por ejemplo, a los miembros del jurado de Insuperables en La 1: Ana Milán, Santiago Segura y Pitingo, que disfrutan del show, sin posibilidad de bajar la guardia.

4. Maquillaje invisible

El maquillaje en televisión es fundamental para proteger la piel de la virulencia de los focos, que matan el color natural de la piel y sus rasgos. Los presentadores más coquetos, utilizaban un maquillaje tan denso que generaba una especie de "segunda piel", borrando casi todas las imperfecciones. Consecuencia: hace más joven, pero te mata la personalidad. Además, desde la llegada del HD o alta definición, este método tiene un efecto adverso, transmite una cara acartonada. Y es que la minuciosidad de la alta definición no perdona y está obligando a la reinvención de las técnicas de maquillaje.

Cuesta más disimular. Incluso con los tradicionales juegos de sombra para perfilar el rostro y disimular determinadas partes que, a partir de una edad, destacan en imagen. Por ejemplo, la temida papada. Ya lo decía la canción: Sombra aquí, sobra allá, maquíllate, maquíllate.

El poder de la iluminación es incuestionable en televisión, aparato que es pura luz. La posición, la colocación de cámaras, la realización y el maquillaje dependen de la luz. Pero sobre todo y, por encima de las superficialidades, lo más importante es la confianza y seguridad en sí mismo del comunicador en cuestión. Que se acepte con sus bellezas e imperfecciones, que se deje llevar por su carisma (si lo tiene). Porque ese es el mejor truco para salir atractivo en la tele: transmitir desde la personalidad propia que entierra cualquier dictadura de los insípidos cánones de la guapura estándar.

@borjateran

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