OPINION

Telecinco: las grietas de un consolidado modelo televisivo de éxito

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Lleva pasando desde hace años. Se estrena una nueva temporada y se especula con que el modelo de Telecinco se agota, esa estructura empresarial que sabe retroalimentar casi toda su programación diaria con la polémica que generan sus colaboradores y artistas de la tele-realidad.

Pero, cuando parece que empieza el desgaste, la cadena principal de Mediaset siempre da un giro de tuerca en el momento adecuado y vuelve a consolidar su sello televisivo. Como si tal cosa.

En las últimas semanas, en las que Telecinco ha cumplido un año de liderazgo consolidado, ha tropezado con un reality, su especialidad. Pasaporte a la isla no ha conseguido engatusar a las grandes audiencias ni en vacaciones de verano, tiempo en el que el resto de los canales bajan la guardia.

Y eso que Pasaporte a la isla ha reproducido el modelo de Supervivientes. A primera vista, incluso parecía una buena idea para estirar tres meses más el éxito del reality de náufragos. Pero no ha sido así. El casting, con rostros sacados del ecosistema de programas de Mediaset, no ha enganchado. Tampoco al público tremendamente fiel del canal, que lo tenía más fácil.

Porque para disfrutar el show había que tener un máster en tele-realidad de los canales de Mediaset. Era la única forma de conocer a la mayoría de personajes que participaban. Es más, el elenco de concursantes evidenciaba estar demasiado resabiado de las artimañas televisivas. Iban a por todas, a estirar su fama tróspida. Resultado: no transmitían verdad, no existía conflicto real y, como consecuencia, ya hemos olvidado su paso por el programa de marras. Demasiado aburrido para un público que necesita cada vez más chute de polémica.

Y ahora, esa semana, ha vuelto a ocurrir un bajón de audiencias preocupante. Cámbiame Premium se ha derrumbado a un 12,6 por ciento de share. Ha perdido 7 puntos en sólo 7 días. Un dato muy malo sobre todo por la maratoniana duración de su emisión, que supera a los formatos rivales y que debería facilitar un alto crecimiento de la cuota de pantalla.

Pero ni con ese truco de alargar hasta las tantas se ha frenado lo inevitable. De nuevo, se ha intentado construir un programa de prime time bebiendo del rédito del público fiel de la cadena. Un espacio muy complicado técnicamente (por conexiones), pero que le falta un gancho extra, pues sólo cuenta con sorpresas de baratillo (no más pedidas de matrimonio, por favor) y cambios de look a famosos de medio pelo. Hasta el decorado es reutilizado: el de Hable con ellas con tres retoques. Conclusión, la audiencia lo ve como más de lo mismo.

Aún así, Sálvame Deluxe aguanta el tipo y arrasa. Su escenario es diferente: se emite en días de menor consumo televisivo y trata el morbo del cotilleo sin disfraz. Con estos mimbres y unos personajes muy reconocibles para el público, es más sencillo de conquistar un tipo de audiencia. Pero no toda la audiencia.

La parrilla de Telecinco cuenta con un identificable estilo de hacer televisión que tiene la ventaja de que no se parece a nada y a nadie. Pero también un problema, el contenido es demasiado homogenio, ya que, a diferencia de otras cadenas, la dirección máxima pasa por Paolo Vasile, que unifica toda la imagen de la emisora. Una característica que es positiva para arrastrar públicos, pero negativa cuando se tematiza en exceso. Porque, a veces, inventarse personajes desde dentro, de fama tan efímera, fomenta que a un cierto abanico de público le cueste más empatizar con la cadena. Hay que ser un resabiado de los entresijos del canal para conectar y entender.

Y, este año, Antena 3 no parece ir a rebufo, como otras temporadas, en su táctica de programación. Va a jugar a lanzar productos complementarios en sus prime time. Productos complementarios al estereotipo de imagen social de Mediaset, en los que la cadena de Atresmedia ha construido marca: como las series. Velvet (ayer se estrenó con éxito) o Mar de Plástico son sus primeras grandes apuestas.

Telecinco también cuenta con buenas series, pero su estrategia de programación fomenta una imagen de excesiva tematización en programas de conflictos con un envoltorio visual muy parecido. Eso puede desgastar a una audiencia que ya ha perdido cualquier ingenuidad en este género y quiere sorprenderse, de nuevo, por la televisión.

De ahí que, por ejemplo, La Voz no se desgaste, porque existe un buen formato detrás, que se diferencia del resto de las propuestas visuales. Puede que suceda lo mismo con GotTalent, en el que Telecinco aprovechará de nuevo sus caras conocidas pero, esta vez, dándole una vuelta de tuerca a sus roles habituales (Jorge Javier Vázquez y Jesús Vázquez ejercerán de jurados).

En definitiva, da igual que sea en TVE, Antena 3 o Telecinco. Porque, al final, suele ganar la televisión bien hecha. Sea del género que sea. Porque cualquier género puede abordarse con pasión e inteligencia. Desde la ficción hasta el corazón. Y el problema de los últimos pinchazos de Telecinco es que se han gestado confiando en la inercia de estirar lo que funciona habitualmente a la cadena.

Lo importante, siempre, es contar con un buen formato. Tener claro que incluso el público más fiel exige que cumpla lo que promete. Gran Hermano es, sin ir más lejos, el estandarte en este sentido: el próximo domingo estrena su edición dieciséis y lo hace en buen estado de salud porque (casi) nunca ha bajado la guardia ni se ha acomodado, teniendo claro que para sobrevivir, hay que seguir sorprendiendo al espectador. Porque los castillos de naipes terminan derrumbándose.

> El liderazgo de Telecinco: así ha construido su modelo de éxito

@borjateran

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