OPINION

Mamá, quiero ir a 'Gran Hermano': los nuevos referentes televisivos

marta gran hermano
marta gran hermano

Los tiempos cambian, también los inspiradores referentes televisivos. Ya existe una generación que ha crecido con la televisión de la tele-realidad, la que surgió de aquel icónico Gran Hermano de 2000.

15 años después, esta noche, aterriza en Telecinco la edición número dieciséis del padre de los realities, que sigue en buena forma. El superformato vuelve con una estrategia de marketing contundente, una táctica a base de giros dramáticos y sorpresas para no dejar indiferente al espectador.

La primera concursante, Marta, estudiante de periodismo, se enteró en plena rueda de prensa de presentación del programa de que era la elegida. Creía que iba a cubrir el evento y, en realidad, fue encerrada en la famosa casa, escondida en una nave industrial encima de una colina de Gudalix de la Sierra.

Era su sueño, su aspiración, su ilusión. Concursar en un reality de convivencia, donde se alcanza fama a través de la cohabitación con unos desconocidos. Vivir en un encierro vía satélite era su pretensión, su empeño, su ambición. Como si fuera un arte, un talento. El talento de dar bien el conflicto en cámara.

Visto así, parece lejos aquel himno que cantaba Conchita Velasco, en el que decía aquello de Mamá quiero ser artista, oh, mamá, ser protagonista y recalcaba que, en su habitación, se " hartaba de cantar o de bailar o ensayar la escena del sofá".

Pero hay una nueva generación, la generación de Gran Hermano, que ha crecido con otra forma de entender la televisión.

No han visto grandes espectáculos de entretenimiento de prime time en España, con propuestas escénicas y creativas todopoderosas, que surgían de las horas de ensayo, esfuerzo y constancia. Eso, ya no se lleva. La más grandilocuentes ocurrencias de la televisión en directo, que han marcado a los jóvenes en la última década (y que también tienen su mérito, oiga) vienen de la estela de GH, no ha surgido de El Gran Juego de la Oca o de un Qué apostamos. Tampoco de un Cajón Desastre y mucho menos de un tal Un, dos, tres. Qué antiguo. Qué rollo. Eso quedó atrás. Ahora los realities frenéticamente imprevisibles se han transformado en el 'inspirador' reflejo para determinados nuevos públicos.

Es otro tipo de fama, más instantánea, la de  los chicos que ceden su vida unos meses para entretener al espectador con delirios varios. Pero, ojo, si no das juego, porque no te desquicias, no funcionas. Y así lo repiten con constancia en los intelectuales debates que aderezan esta magistral forma de convertir la realidad, encerrada en un perímetro reducido, en un hipnótico culebrón. Es una nueva vertiente de artista, la telecobaya. Porque entrar en GH es como una vocación profesional más para esta generación.

@borjateran

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