OPINION

'Tu cara me suena': debilidades y fortalezas del estreno de su cuarta temporada

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'Tu cara me suena' lideró la noche con un gran 21.9 por ciento de share (3.142.000 espectadores) y superando a Sálvame Deluxe, que se quedó en un 16 por ciento de share (1.879.000 fieles) Analizamos el show de Antena 3.

Tu cara me suena ha regresado. Lo ha hecho en nuevo horario, en viernes, y con una fórmula mejorada. Muy mejorada. Nuevo decorado, casting de artistas de primera división y, sobre todo, con cero miedo a jugar con la televisión.

Porque la televisión significa jugar, pero no sólo con las polémicas, también con las ilusiones. Las ilusiones que cuidan la iluminación, la imagen, la puesta en escena, los fondos que dibujan las pantallas, el vestuario e incluso al público que se encuentra en el propio estudio, disfrutando y no fingiendo.

Y Tu cara me suena ejemplifica, de una forma renovada, aquella televisión con la que crecimos, esta televisión que nos hizo amar tanto la televisión, la televisión que es fruto del esfuerzo del trabajo, la apuesta por la creatividad y la pretensión de ser valientes. Que no ilumina como un supermercado, pensando que la audiencia se escapa si hay diferentes tonalidades de color y oscuridad. Que no tiene miedo a saltarse el guion del repertorio musical de OT (que fue pionero, revolucionario y marcó época, pero que -como era sinónimo de éxito-  se ha plagiado y repetido por excesivos programas musicales sin actualizarse y aportar nueva mirada propia).

Porque en los shows musicales de televisión las canciones deben de ser reconocibles, pero no todas. Hacer el equilibrio entre lo mainstream con hits menos conocidos por el público masivo es un interesante as en la manga, ya que la televisión también funciona si descubre cosas nuevas. Si sorprende, en definitiva. Porque existe vida más allá del lerele, que es importante pero no debe ser lo único.

Esos ingredientes tiene Tu cara me suena. Y alguno más. Su nuevo decorado, más amplio y moderno, cuenta con mayor capacidad de iluminación y pantallas, aunque mantiene la esencia del original para que el espectador identifique el programa a un golpe de vista. Un acierto.

Tampoco han decepcionado los montajes de cada actuación, muy completos. Una experiencia colectiva, no sólo por las imitaciones en sí, con el llamativo cambio de look de los artistas (la esencia del show), también porque supone una catarsis escénica. El programa clona actuaciones icónicas con ideas icónicas, pero dotando a cada número de un toque vanguardista. En ese sentido, los fondos proyectados en las pantallas y las coreografías han estado a la altura.

Ruth Lorenzo, Falete o Edu Soto han sido la revelación de una velada en la que, por primera vez en la historia del concurso, no aburrió ninguno de los participantes como en otras ediciones. Ni los vídeos de presentación de cada concursante, muy originales y modernos. Tan traviesos como conscientes de su tiempo. Sin intensidades y sensiblerías rancias.

Asimismo, el programa, que ha ampliado el escenario y ha añadido más puertas (para dar más posibilidades en entrada y salida de invitados -Llum Barrera salió corriendo del estudio- o elementos de atrezo), ha sabido aligerar las eternas puntuaciones. Una de las partes más tediosas del show. aunque este cambio no ha gustado a los más fieles del concurso. Además, esta temporada, el público puede votar a través de un mando.

Ruth Lorenzo, con su Lady Gaga, ha sido la primera ganadora de una etapa que se presenta imprevisible. Eso es lo más positivo: un formato completo y complejo, que es travieso y cómplice con el espectador.

Aunque, como cada temporada, la debilidad es que aún le falta rodaje para que se conozcan y rompan el hielo los concursantes. Ha faltado más dosis de humor. No obstante, Tu cara me suena, a diferencia de otros espacios, gana fuerza con las semanas porque se genera complicidad entre los artistas.

Porque en TCMS el humor es importante. Tan importante como la calidad musical. De hecho, una de las grandezas del show es que no sólo hace recordar al espectador números musicales inolvidables, también enseña a las nuevas generaciones temas míticos que desconocía (de Katrina and The Waves y canta 'Walking on sunshine" a Hombres G y "Venecia"). Porque el entretenimiento más divertido hasta puede despertar muchas inquietudes.

Él programa, por tanto, aprobó con nota su noche de regreso a nivel de calidad televisiva. Hay materia prima que exprimir y explorar. Ha faltado, eso sí, y eso es otra debilidad, que se suelte la más novata, Shaila Dúrcal, que demostró más fuerza imitando que en su puesto de jueza, cargada de clichés y frases hechas. Para compensar, los responsables del formato tal vez deberían aprovechar la rapidez de reflejos de Llum Barrera para próximas semanas, pues dinamiza con más salidas de tono un programa que es más que un programa. .

Es un espectáculo fruto del trabajo en equipo de la televisión. De todos los estamentos de la pequeña pantalla. Como todos los programas, pero con una diferencia: aquí se atreven más a cuidar el envoltorio más allá del tópico, detalle crucial para la industria española, en la que entran todos los géneros, sí, pero que debe ser diversa y no monotemática. En entretenimiento, como en ficción.

Por eso hay que estimar tanto a este producto cien por cien español, TCMS, que no tiene nada que envidiar a los grandes talent show internacionales en una televisión en España que se ha visto empobrecida demasiado en los últimos tiempos por el miedo al riesgo de las cadenas y por olvidarse del ADN de la televisión: emocionar cuidando el fondo (jugando con las ideas) y la forma (jugando con la realización visual), emocionar a lo grande.

@borjateran

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