OPINION

La dificultad de 'Gran Hermano 16': el enemigo está dentro de la casa

gran hermano 16
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16 ediciones después de su estreno, Gran Hermano sigue siendo un acontecimiento. Ahora, además, no sólo es un fenómeno televisivo, también es un evento internauta. Las galas propician un aluvión de comentarios en las redes sociales, llegando a superar la barrera de los cien mil tuits. Pocos programas logran ese caudal de opiniones y/o chascarrillos. No obstante, al mismo tiempo que se produce este furor tuitero, el formato que inventó la tele-realidad padece el mayor problema de su evolución: los concursantes ya no se dejan llevar como antes.

El casting ha sido inteligente. Los responsables del formato han tenido la visión de buscar gente de la calle, que podrías encontrar en el barrio. Telegénicos, pero sin caer en el error de guapos tópicos y clónicos. Cada participante, en mayor o menor medida, cuenta con ese carácter diferenciado que favorece el hecho de que se puedan crear grupos de fans y detractores.

Sin embargo, con el paso de las semanas, Gran Hermano sufre un problema con el que es difícil lidiar: los concursantes están demasiado resabiados, son expertos en modo avanzado en tripas de reality. Se las saben todas. Y muchos, antes de dejarse llevar por su personalidad, maquinan estrategias para trepar, destacar o "dar juego". Lo que era espontáneo en las primeras ediciones ahora es impostado. No arriesgan más de la cuenta.

Incluso Aritz, que entró en la casa asegurando que no había visto nunca el reality, ha evidenciado que conoce mucho de la historia del programa. Es más, ha hecho referencia a algún conflicto concreto del pasado (aquel vaso de agua de la concursante Indira) y ha hablado a menudo de que "se editan los videos" y se sacan de contexto las imágenes.

Por suerte, Mercedes Milá sigue viviendo al máximo el show, como lo ha hecho siempre, incluso cuando afrontaba tareas más "serias", en programas como Queremos saber. La presentadora es el alma del reality, género que ha crecido con ella. Incontrolable, entusiasta y apasionada. Y ella no para de repetir que sus concursantes favoritos son aquellos que disfrutan y se dejan llevar. Míticos son sus mosqueos con quienes han pretendido ser más listos que el programa. A esos disfruta dejándoles en evidencia.

Porque los nuevos grandes hermanos conocen como nadie los engranajes del programa y su historia. Están más pendientes de cómo se va a montar un vídeo en plató que de vivir la experiencia con naturalidad. Y eso, obviamente, es un obstáculo para el show. Y ahí está el reto, porque Gran Hermano se ha ido convirtiendo en casi una guerra entre el propio formato y los concursantes, lo cual no deja de ser televisivamente interesante.

Con el paso del tiempo, el objetivo de quienes hacen Gran Hermano no es solo sorprender al espectador, sino también sorprender (y descolocar) constantemente a los habitantes de la casa. Y todo vale, ya sea manipularles, engañarles, jugar con secretos o decirles que no están expulsados para luego comunicarles que sí, como ocurrió anoche con Amanda.

Cualquier cosa con tal de reinventarse cada día e ir por delante de lo que los concursantes esperan o podrían imaginar. Quince años después de su nacimiento y con más de doscientos participantes a sus espaldas, solo hay algo que permitirá que el show perdure: la búsqueda de lo imprevisible.

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@borjateran

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