OPINION

Los límites del espectáculo de la información en TV

atentado en francia
atentado en francia

La espectacularización de la información no es nada nuevo en televisión. La pequeña pantalla cae en esta trampa a diario. También cuando se trata en la cobertura de catástrofes o terribles atentados, como los que ha sufrido este viernes París.

Pero la televisión no debe olvidar su responsabilidad social y necesita saber marcar límites honestos. Límites que deben ser especialmente rotundos cuando se trata de informar.

Y ahí es donde empiezan a fallar, a veces, los engranajes de la televisión. La figura del tertuliano estrella se ha expandido por todo tipo de programas. Incluso en espacios que dicen ser informativos.

Este perfil de contertulio sirve para todo: lo mismo para hablar de la independencia de Cataluña, de los gajes de la campaña política o de las causas de un accidente de avión. Y siempre suele estar posicionado en una trinchera ideológica clara, que (para no despistar al espectador) se sitúa a izquierda o derecha.

De esta forma, el periodismo televisivo ha dado la sensación de que se había olvidado de una figura crucial a la hora de explicar una situación, sus contextos, causas y consecuencias: la figura del experto, que ha sido relegada de programas de máxima audiencia a favor de los contertulios más gritones, aquellos que abarcan cualquier tema con una increíble capacidad para generar titulares rimbombantes.

Una tendencia que también ha desvirtuando un detalle tan básico como la necesidad de contrastar la información que nos llega. Sobre todo en los magazines, shows nocturnos de debate y otros grandes ‘contenedores’ pegados a la actualidad. Su duración propicia que se cuelen informaciones incorrectas. No es sencillo rellenar cuatro horas de directo de contenidos. Tampoco ayuda esa velocidad en la que se trabaja para ser los primeros en dar la noticia, una trampa en la que es muy fácil caer.

Los magazines y las tertulias espectáculo son un hábitat perfecto para que se diluyan las fronteras entre opinión, artificio, maquillaje e información. Los titulares vuelan, las especulaciones crecen. Incluso Twitter se convierte en fidedigna fuente. Como pasó el viernes por la noche en la emisión del Canal 24 Horas.

Y esa tendencia es peligrosa: en el torbellino de datos y en la búsqueda de llegar al máximo número de espectadores, nadie debe olvidarse de su responsabilidad social incompatible con dar alas a las especulaciones.

Pero los nuevos tiempos, con su avidez por lo inmediato y lo viral, lo provocan. Y en este caos de tráfico de información tóxica es crucial la perspectiva de los profesionales del periodismo para encontrar el equilibrio más preciso entre el imprescindible rigor y la necesidad de atrapar al espectador con una historia bien divulgada a través de una mirada contrastada.

En este sentido, con expertos que aportan luz, con los protagonistas en primera persona y con datos verificados, Salvados o El Objetivo demuestran que es posible ser rigurosos utilizando la esencia del periodismo y las herramientas de las narrativas televisivas. De hecho, explorar los nuevos lenguajes televisivos es clave para fortalecer la información en televisión y hacerla más clara e interesante. Porque contar con límites éticos, esos límites que marcan la línea entre lo que tiene relevancia informativa y lo que simplemente es morbo barato que no aporta nada, no va en contra de la televisión. Al contrario, juega a favor de la credibilidad, confianza e interés del propio espectador.

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