OPINION

Twitter: así desvirtúa la percepción de la televisión (y de la realidad)

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Lo que se dice en Twitter no se queda en Twitter. La red social del pájaro azul influye en la percepción de la televisión de hoy. Y mucho. Incluso hay directivos que toman decisiones en virtud de aquello que se comenta en las redes sociales.

Pero... ¿es Twitter realmente un buen termómetro social? No. Es una interesante plataforma para acceder a la información, interactuar y conseguir que la gente se sienta partícipe de un proyecto, una vida o una idea. Sin embargo, aún Twitter no está democratizado. El público que ve la televisión es colosalmente mayor que el número de usuarios de la red social, que todavía solo equivale a un porcentaje ínfimo de espectadores.

Las cadenas deben prestar atención a Twitter, sí, pero tampoco perder la perspectiva en función de lo que griten los tuiteros, que suelen constituir un perfil de público limitado si se compara con la multitud de targets que contemplan los programas.

Con el paso de los años, y la popularización completa de las redes sociales, sí que se podrá afirmar que Twitter dibuja un mayor retrato de la opinión social, sus gustos, sus fobias y sus aspiraciones. Será una arma progresivamente más poderosa, también para el propio espectador.

Aunque, cuidado, porque Twitter se ha convertido en una excelente forma de acceder a la información pero con una contraindicación de fábrica: propicia un flujo de impactos informativos frenético, y tan rápido como los consumimos los olvidamos. Convertimos en trending topic programas y noticias que en teoría nos marcan y, sin embargo, al día siguiente ya las hemos olvidado.

Hay casos más perturbadores. Como ha pasado con la muerte del gran Miliki que, tres años después de su fallecimiento, ha vuelto a ser noticia recientemente, colocándose como una de las más informaciones más comentadas de la red social. Resulta que había usuarios que se habían topado con la crónica del fallecimiento del mítico payaso de la saga Aragón y la estaban compartiendo como actual porque, al parecer, no recordaban que se trataba de una triste noticia que, probablemente, ya compartieron cuando de verdad pasó, el 18 de noviembre de 2012. Hechos como este suceden a menudo en la era de la multicomunicación, como si viviéramos en una nebulosa de links de usar y tirar en la que ya nos cuesta diferenciar lo ocurrido de lo que no ha ocurrido o simplemente ubicar los hechos en el tiempo.

Las redes sociales, y Twitter en concreto, nos sobreinforman, y el usuario debe saber digerir ese caudal que no da tregua. Cada nuevo impacto empuja al anterior al ostracismo. Somos insaciables, cada día queremos en nuestro timeline una novedad que compartir, sufrir, amar u odiar. Y ahí la televisión debe poner el foco, para contextualizar, contrastar y perpetrar lo relevante entre la enorme morralla. Ese es uno de los pilares esenciales del futuro más próximo del periodismo: lograr que consigamos digerir lo que sucede en las redes sociales, jugando con la interacción con los usuarios, por supuesto, pero jamás dejándose llevar por el murmullo que simplemente desvirtúa.

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@borjateran

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