OPINION

Felipe VI impulsa la puesta en escena televisiva del Mensaje de Navidad: más institucional e icónica

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Si en su primer mensaje TVE incorporó cámaras en movimiento, Felipe VI ha realizado una gran salto escénico en su segundo discurso de Navidad. Por primera vez en la historia, el mensaje de nochebuena se ha grabado en el Palacio Real.

Nueva puesta en escena desde un lugar histórico de la monarquía, el Salón del Trono, con una decoración que se mantiene desde la época de Carlos III. Lugar perfecto para dar más fuerza visual a 14 minutos de televisión.

De esta forma, Felipe VI ha sacado a la monarquía del núcleo privado familiar de La Zarzuela, donde se han rodado hasta ahora todos los discursos del Rey, a un icónico edificio de Patrimonio Nacional, reconocible para el espectador, pues está abierto al público. Una decisión arriesgada, ya que es un lugar ostentoso perfecto para la crítica desde las redes sociales, aunque no deja de ser un palacio del estado, de todos los españoles, fruto de la "herencia recibida" (de nuestra larga historia) y monumento que visitan turistas de todo el mundo.

En este palacio, donde también Azaña celebraba el Consejo de Ministros en la Segunda República, el discurso ha ganado potencia institucional y carisma televisivo. Lo ha logrado con una puesta en escena que ha ido más allá de los tradicionales marcos de fotos, con sutil mensaje, para dar paso a la solemnidad simbólica de lanzar el mensaje desde un salón emblemático, habitual de recepciones oficiales, bajo la bóveda de 'La grandeza y el poder de la Monarquía Española' del italiano Giambattista Tiepolo, una de las últimas referencias del Barroco. Toda una declaración de intenciones.

Con el nuevo emplazamiento, a nivel televisivo, el discurso ha ganado espectacularidad institucional y, sobre todo, profundidad. Existen puntos de fuga (el pasillo que se ve detrás del Rey) que favorecen la amplitud de una retransmisión en la que TVE ha optado por una realización sencilla pero enriquecida con un leve movimiento de una de las cámaras, que otorga a la conservadora emisión un toque de modernidad. Tampoco ha faltado el tradicional encadenado de transición entre los diferentes cortes de edición (diferentes planos) y el habitual zoom.

No han existido grandes experimentos en la posición del monarca. Nada de orar en pie. Felipe VI, de nuevo, sentado, lo que favorece una mayor seguridad en el espectador.  La corbata, en tono morado. Sí, morado ¿A juego con el salón? ¿A juego con Podemos? En televisión no se deja ningún detalle a la casualidad... Menos aún en este mensaje, aunque solo bastaba su primer plano.

Por tanto, en este 2015, el segundo discurso de Felipe VI ha ganado vigor a nivel televisivo. Es más solemne e internacional. Incluso puede servir de 'cebo' turístico como reconocible lugar. Si bien, se podía haber explotado más y mejor el identificable escenario, con más variedad de imágenes contextualizadoras del Palacio Real.

Un intento de madurez institucional del mensaje de Navidad en el que aún chirría, eso sí, el epílogo final sobre la vida familiar de la monarquía, donde se incorpora, como colofón emocional de la emisión, un popurrí de fotos de estampas de belleza, armonía y felicidad del álbum familiar de Felipe y Letizia, estampas que están bien para las revistas del corazón pero, vistas a tono con los lenguajes audiovisuales de hoy, sólo desprenden una aureola propagandística por superar y que resta credibilidad al resto de la puesta en escena.

@borjateran

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