OPINION

Los gastos en TVE: algo más que cifras

el ministerio del tiempo tve
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Se ha creado cierta hostilidad contra la televisión pública. La inestable gestión política de la última legislatura, la pérdida de la independencia de los informativos y el poco riesgo en la producción creativa y de servicio público han propiciado una expansión de la idea de que TVE sirve de poco. En este clima de indignación, los titulares mediáticos contra TVE venden cada vez más y crece el prejuicio de que una televisión pública es un gasto y no una inversión.

No ayuda en esta interpretación social que el análisis de los cuentas de la televisión pública se suele realizar de una forma superficial, sin ir al fondo, sin medir las circunstancias y sin reflejar la rentabilidad social de TVE, que es intangible, aunque no por ello menos valiosa que un frío número económico.

De hecho, las informaciones de los gastos de TVE que se suceden (estos días, sin ir más lejos, hemos leído un informe sobre gastos de una auditoría de la cadena publicada en diferentes medios como Eldiario.es) a menudo se quedan en el peligroso estereotipo, que mide por el mismo rasero programas fallidos e inteligentes apuestas de Televisión Española, que generan más y mejor industria audiovisual, fomentando miles de puestos de trabajo y, aún más importante, una riqueza social más allá de los números.

Al mismo tiempo, en estos informes, se determina el éxito o fracaso de la rentabilidad de los programas o series a través del resultado de la audiencia tradicional que reúnen, cuando, al ser ya una cadena sin publicidad, debería medirse el beneficio a través de la calidad, el reconocimiento, los targets, la innovación y, sobre todo, el servicio social que crea su producción.

Por eso mismo, no se pueden poner al mismo nivel programas fracasados, desfasados o que van a rebufo de las cadenas privadas (como el magazine de tarde improvisado T con T de Toñi Moreno) y series que realizan un retrato inteligente de nuestra historia, como Cuéntame o El Ministerio del Tiempo, fundamentales ahora mismo para la cultura española.

Incluso se fomenta la percepción de que toda producción que se realiza desde TVE es una especie de desfalco para las arcas públicas. ¿Se tacharía alguna vez el coste de la educación pública de derroche? No, pero con TVE aún existe ese prejuicio de que la televisión es algo inferior, como dijo un ministro, "para pasar el rato". Porque, en los últimos años, ni desde las instituciones ni desde los grandes estamentos sociales se ha tratado la televisión pública con la amplitud de miras necesaria, sólo se ha mirado como altavoz de propaganda que conviene agarrar.

Mientras tanto, las cadenas privadas están cómodas con una TVE fuera de juego, casi en peligro de extinción y en el ojo del huracán, que ha desvirtuado su esencia para sumirse en un descrédito en expansión que, además, no permite el dinamismo para dar luz verde a nuevos formatos con la rapidez que precisan los ritmos de los actuales medios audiovisuales.

Con TVE, todo va más lento. La susceptibilidad generalizada hacia la cadena no ayuda, los vaivenes de la gestión tampoco. A las emisoras privadas les beneficia que TVE no tenga la capacidad y autonomía suficientes para innovar, para remover la industria, para apostar por esas ideas que se salen del guion preestablecido y que movilizan todo el sistema televisivo, donde en la actualidad no hay excesiva cabida para el riesgo y la visibilidad de creadores y creaciones fuera de los cánones del cliché comercial dominante.

Son las consecuencias de una TVE que, en la última legislatura, se ha visibilizado como brazo articulado del gobierno, con una programación caótica y con extrañas decisiones de contratación de largas tandas de programas de dudoso interés (como ocurrió con aquel El Pueblo más divertido de Mariló Montero) o la trágica venta de los Estudios Buñuel, demolidos para hacer pisos. La constructora que se ha hecho con los platós históricos, de 11.000 metros, los ha conseguido por 35,2 millones de euros, la mitad del valor de tasación del inmueble en 2012.

Esa desprotección del patrimonio público ha calado con razón entre los españoles, que parecen haber perdido, en gran parte, la ilusión por la tele que es de todos. Mientras, esta mala gestión se ha convertido para muchos en la justificación que necesitan para argumentar que la televisión pública solo es un derroche que no procede hoy en día y que sólo es negocio "para algunos".

Lo que quieren que olvidemos es que, bien gestionada, con un proyecto profesional de largo recorrido, TVE es un beneficio social que está por encima de muchas de las cifras cuadriculadas que se manejan. Por eso no hay que mezclar contenidos dispares en la misma batidora del descrédito. Series como Cuéntame (entre 650.000 y los 874.000 euros por capítulo) o El Ministerio del Tiempo (580.000 euros capítulo) son ese lado del patrimonio positivo de TVE, como tantos otros programas, de entretenimiento o información. Cuestan dinero, claro, porque la televisión cuesta dinero (un buen formato de prime time está en unos 600.000 euros) pero también hay que explicar que este tipo de ficciones de TVE están dentro de los costes normales del mercado cuando se trata de productos de calidad notable, generan cientos de puestos de trabajo (a los que hay que pagar) y sin duda movilizan la cultura social. En la BBC, por ejemplo, el capítulo piloto de Sherlock costó 800,000 libras. Ya va por la tercera temporada y no se pone en duda sus abundantes cualidades para la televisión pública británica. Tampoco cuando producen otro tipo de contenidos de entretenimiento de calidad.

Porque la televisión es la ventana cultural a la que más gente se asoma. Sus programas, informativos y series son un trampolín con un beneficio intangible para un país más culto, un país mejor. Ese es el mejor patrimonio de TVE. Pocos lo ven, pero si se recupera su esencia al máximo, todos lo disfrutarán. Y para eso no se pueden sacar cifras de contexto: hay que medirlas con la perspectiva y la complejidad que merece una cadena pública, donde los formatos deben tener tiempo para respirar y darse a conocer, donde las audiencias deben de ser importantes pero no decisivas, donde la prioridad también debe estar en la calidad de los programas y el atrevimiento en las ideas.

@borjateran

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