OPINION

La Sexta cumple 10 años: las lecciones televisivas aprendidas del canal verde

evole y wyoming
evole y wyoming

¡Tenemos El Mundial!”. Así, eufórico, Emilio Aragón encendió el canal que él mismo presidía, La Sexta. Se trataba de un golpe de efecto para animar a la población, adicta al fútbol, a sintonizar esta flamante cadena en el caos del mando a distancia.

El balompié era el gancho perfecto para una emisora que llegaba con el deporte y la comedia como reclamos de una una parrilla más caótica que la de su principal competidor, Cuatro, que vio la luz sólo unos meses antes, con una estructura más definida y una identidad de marca más contundente.

La puesta de largo de La Sexta fue diferente. Con menos fuegos de artificio y un lanzamiento más escalonado en lo que a productos se refiere. De hecho, paradójicamente, el canal empezó sin noticias. Los Telediarios llegaron más tarde.

Aún quedaba tiempo para que la cadena verde se convirtiera en un referente informativo, aunque ya tenía el germen de su esencia periodística: La Sexta nació con El Intermedio debajo del brazo. Al principio, como un revista de prensa semanal, donde Wyoming diseccionaba las locuras de los medios de comunicación. Pero la idea no tiró mucho en audiencias en su primer año.

Sin embargo, los responsables del canal tuvieron paciencia y aguantaron el formato, que fue encontrando su personalidad hasta ser uno de los pilares diarios de la emisora.

Una década después, este 27 de marzo, La Sexta celebra esos diez años de existencia en su mejor momento de audiencias e imagen de marca. Atresmedia puede sacar pecho. La historia de La Sexta ha demostrado seis principios básicos del éxito televisivo.

1. La contraindicación de los derechos deportivos

La estrategia de los primeros años de La Sexta ha evidenciado que las grandes competiciones deportivas no fidelizan espectadores (factor clave para que una televisión goce de buena salud). De poco sirve tener un 36,4 por ciento de share, si al terminar la Fórmula 1 el público huye y la media mensual se queda estancada en sólo un 5,6 por ciento de cuota de pantalla. Así que cuidado con eso de adquirir derechos deportivos en exceso, pues te hipotecan el resto de la programación sin margen de maniobra para invertir en una parrilla con formatos sólidos de largo recorrido y reconocibles para el espectador.

2. Más allá de las mayorías

Tras la fusión con Antena 3, Atresmedia ha entendido la importancia de diferenciar la imagen de La Sexta de su canal principal. Los dos canales hacen sinergias técnicas, pero sin confundir al espectador. De esta forma, se han mantenido separadas las redacciones de informativos (a diferencia de Cuatro y Telecinco) y se ha impulsado la posición de la identidad del canal verde, con targets complementarios a la emisora principal, Antena 3. Lo que permite arriesgar más en contenidos por encima de la obsesión de ser líder de audiencias. Porque la competitividad no siempre va unida al liderazgo tradicional.

3. El periodismo es buscar, no calcar noticias

El periodismo televisivo no puede quedarse en la información de agencia, nota de prensa o refrito de comunicado de gabinete. El periodista debe ser un buscador de historias. Programas como Salvados o El Objetivo, entre otros, han puesto en la palestra temas olvidados o supuestamente más "complicados" para los grandes públicos. Verificando datos en tiempos de efectistas titulares instantáneos. En definitiva, La Sexta se ha permitido apostar por la esencia del periodismo, enriqueciéndolo con los actuales lenguajes audiovisuales y ampliado el limitado prisma de enfoques que acostumbraba la televisión privada. Así se ha convertido en referencia de información.

4. La vida en directo

La Sexta ha tenido claro el valor de las horas en directo para afianzar una programación y organizar una parrilla en la que el espectador recibe con transparencia el qué, cuándo y cómo emiten cada producción. La Sexta ha definido bien sus franjas. Sin descuidar las cortinillas de paso a publicidad (con inversión en su línea visual más allá de imágenes generadas por ordenador) y manteniendo los espacios con un margen de paciencia para intentar que cuajen. Así es fácil saber qué ponen en un canal con pilares estructurales claros, que emiten en directo: Al Rojo Vivo en la mañana, Zapeando/Más vale tarde en la tarde o El Intermedio en la franja telonera del prime time. Todos son programa definidos y fácilmente identificables. Te gusten, o no te gusten. Sabes que están, aunque no los veas. Además, la audiencia tiene la percepción de que si pasa algo está ahí La Sexta para contarlo con su personalidad en directo.

5. La personalidad propia

Como en la BBC u otras cadenas que son referencia, una amplia mayoría de presentadores o periodistas de La Sexta demuestran mirada propia. Todo el rato. No son bustos parlantes, no son perfectos. Marcan su diferencia desde una apasionada seguridad. Y hablan el mismo lenguaje de la calle, con claridad, incisión y sin demasiado miedo a mojarse cuando toca. Ese es otro de los principios fundamentales del éxito de la televisión: el presentador no debe ser tan solvente que parezca parte del inerte decorado del plató, su función es conectar con la complicidad viva del espectador a través de la textura de la personalidad propia. De Chicote a Ferreras. De Évole a Cristina Pardo.

6. No tomarse demasiado en serio

La televisión necesitaba una mirada crítica que paliara los derroteros tan pretendidamente intensos en los que se estaba moviendo. Y entonces apareció Sé lo que hicisteis con Patricia Conde, Ángel Martín y compañía. Un espacio que realizó un retrato desternillante y despiadado de nuestra pequeña pantalla en su máximo esplendor, no dejando títere con cabeza. Incluso teniendo la inteligencia de autoparodiarse desde el primer momento. Esta es, sin duda, una de las claves de la mejor televisión: la capacidad para verse desde fuera y colocarse en el lugar del espectador, sin temor de desmontar la propia tele y reírse de uno mismo:

@borjateran

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