OPINION

Tp cumple hoy 50 años: la revista que creyó en la televisión

primera portada de tp
primera portada de tp

Un sábado como hoy, hace cincuenta años, nacía la revista TelePrograma, conocida como TP. Un publicación que llegaba para revolucionar el sector: por su reducido tamaño, un magazine más pequeño y manejable que los de la competencia, y por su contenido, una ventana a la programación televisiva.

El primer número costó cinco pesetas y su portada solo necesitó una gran foto para llamar la atención del espectador. El Fugitivo como único y eficaz protagonista. Desde entonces, las primeras páginas de TP eran un escaparate de espectaculares imágenes de las grandes series nacionales e internacionales de la época. A toda plana, sin necesidad de rimbombantes titulares o cebos expectantes.

Porque TP era más que una revista: era como una especie de souvenir de la televisión de su tiempo, una televisión que cumplía diez años y que estaba en pleno proceso de expansión. TVE empezaba a ser una gran TVE con relevancia internacional, especialmente en ficción.

Y TP lo consiguió plasmar en sus páginas. Su compra, junto con el pan, era obligada para saber qué ponían en la tele. Los fotógrafos de la revista parecían unos trabajadores más de los estudios de Televisión Española en Prado del Rey. Casi tenían carta blanca para ir y venir por los pasillos de la gran factoría catódica.

TP servía para comunicar los horarios de la programación, pero también para retratar las entretelas de lo mejor de la pequeña pantalla. Poco a poco,  en la revista se fueron abriendo paso todos los presentadores de relevancia. Inolvidables las portadas con Jesús Hermida, Rosa María Mateo, con cigarro en la mano, Julia Otero o, por supuesto, Mayra Gómez Kemp.

Las páginas interiores también crecieron. Además de reportajes propios y parrillas, abría hueco para la crítica y la reflexión. Incluso con editoriales sobre los cambios en los Telediarios. Como fue la columna de TP sobre la destitución de un joven y reputado periodista, Iñaki Gabilondo, como director de los servicios informativos de Televisión Española. Quería lograr la independencia de TVE. Sin embargo, en pleno intento, fue cesado meses después del golpe de estado.

TP supo tomar el pulso a la televisión, a lo que se veía y a lo que no se veía. Y en los ochenta se disparó hasta ser la revista más vendida de España, por encima de las del corazón. Hasta tuvo diferentes ediciones regionales, con las distintas programaciones según comunidad autónoma.

Aunque, sobre todo, TP se quedó tatuada en el imaginario colectivo por obra y gracia de su entrega de premios anual. Los TP de Oro. Bueno, en un principio sólo se trataba de una plaquita que se entregaba en un salón de bodas, bautizos y comuniones de un hotel caro.  Después el sarao creció. Eran los noventa, y las privadas impulsaron estos galardones como la gran celebración de la pequeña pantalla. Todo un festín. Todo un espectáculo.

Eran los tiempos en los que las cadenas olvidaban las garras de sus rivalidades para unirse en un mismo prime time común y propiciar un show conjunto a golpe de premios. Un show en el que incluso las estatuillas se rompían en mil pedazos por culpa de un tropezón de Ana Obregón. Aquel recordado accidente estaba preparado, claro. De hecho, ese Tp de Oro era, en realidad, de arcilla, para que se resquebrajara sin problema. Y Ana lo hizo tan bien que sembró la duda en el público. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa.

El vídeo lo demuestra. TP sabía crear acontecimientos: como sus propios premios, como sus propios reportajes. Pero llegó la contraprogramación y sus parrillas dejaron de ser fiables. A diferencia de otras publicaciones de similares características, como la TV Guide, que supieron adaptarse a los nuevos tiempos y entendieron que el presente ya consistía en suministrar contenidos propios a través de las plataformas interactivas, la vieja revista TP ha evolucionado hacia lo que se denominaba antiguamente como revista "femenina", relegando a los amantes de la pequeña pantalla. Sus páginas se han quedado en noticias y reportajes que no marcan la diferencia con el flujo informativo de los portales de Internet. TP ha perdido su identidad, hasta su logotipo ya no cuenta con la misma rotundidad.

Son los nuevos tiempos. Pero paradojicamente probablemente el mejor porvenir para la revista TP pasa por recuperar parte de la esencia de sus años dorados. Cuando TP no se quedaba en el reportaje previsible, el titular vacío y la entrevista políticamente correcta. Cuando TP analizaba la tele con perspectiva, jugaba con los profesionales del momento y, sobre todo, sus páginas generaban contenidos que eran pequeños grandes acontecimientos. Cuando TP era una experiencia de fotografías curiosas y textos para coleccionar, donde se esperaba con expectación cada portada. Ese es el futuro de TP.

Porque habrá cambiado la tecnología y las narrativas audiovisuales serán diferentes, pero hay algo que jamás cambiará en el periodismo: narrar historias con mirada propia. También en la información de televisión, maltratada con cierto síndrome de inferioridad, que se merece una gran revista que divulgue con pasión la TV: la que añoramos del ayer, la que descubrimos en el hoy y la que imaginamos en el mañana. Una gran revista como TP. Felices 50.

@borjateran

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