OPINION

CRÍTICA: los aciertos y errores (a nivel televisivo) del tedioso debate a cuatro de la Academia

rajoy sanchez
rajoy sanchez

Suspenso a nivel televisivo. El debate a cuatro, organizado por la Academia de Televisión, no ha estado a la altura de un prime time de 2016. Mala iluminación, problemas de sonido, ruidos extraños en directo y una antigua puesta en escena sin profundidad, detalle clave para congeniar con el ojo del espectador en televisión.

En un tiempo en el que con tres pantallas de leds se puede crear una gran (y competitiva) escenografía, que otorgue dinamismo y fuerza visual a una emisión, el debate a cuatro de la Academia se ha quedado en una mezcla de elementos antitelevisivos (tablas de madera grises, moqueta oscura con huellas...), elementos que recordaban a una tertulia de otro tiempo. Incluso, hace tres décadas, el estudio de La Clave de Balbín contaba hasta con un versátil chroma verde en el que se proyectaban imágenes.

Se ha involucionado con respecto al anterior debate a cuatro, producido por Atresmedia, que aprovechó los engranajes del espectáculo televisivo para hacer llegar el diálogo político a más gente. Así se retiraron atriles, para fomentar la movilidad de los líderes y la realización pasó de planos pactados para otorgar más viveza al programa. Esta noche, en cambio, la televisión ha emitido un encuentro político pero sin impulsar el interés de la comunicación política. Ha sido una emisión más institucional que televisiva.

Lo mejor de la jornada es que los tres principales grupos televisivos españoles (TVE, Atresmedia y Mediaset)  han dejado sus guerras y han estado unidos en un prime time, en emisión simultánea y con sus tres periodistas de cabecera juntos, como moderadores: Ana Blanco, Pedro Piqueras y Vicente Vallés.  Especialmente ha destacado la seguridad de Ana Blanco Vicente Vallés.

Este último, ha aportado su capacidad para la pregunta y repregunta fuera del guion, que ha descolocado a los líderes. Esos mismos líderes que estaban enterrando el debate para caer en la sucesión de argumentos aprendidos de memoria, discursos ya resabidos. Y, de paso, fomentando la desconexión del espectador. Y ese ha sido el gran problema de este debate: hemos vuelto a la encorsetada sucesión de monólogos.

Los moderadores no lo tenían fácil. De hecho, han transmitido en determinados momentos cierta descoordinación, aunque lo suplieron gracias a su experiencia.  Un debate con tres presentadores era complicado. Tampoco ha ayudado el punto de hartazgo en el que se encuentra la sociedad, tras una larga campaña y con un desgaste mediático de los cuatro líderes.

Al final, a nivel televisivo, la triste puesta en escena ha resumido el debate a cuatro de este 13 de junio: un decorado gris para envolver un debate gris. Sin sorpresas, repetitivo, lento y previsible.

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@borjateran

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