OPINION

Lo que siguen ‘copiando’ los programas matinales de la fórmula de María Teresa Campos

El formato de magazine matinal en España lleva años funcionando por inercia. Sólo ha evolucionado su duración y hora de comienzo. De arrancar a las 11 de la mañana ha pasado a pegarse el madrugón de las nueve. Pero, por lo demás, los ingredientes se han quedado en una presentadora con más o menos carisma y tres tipos de contenidos básicos: mesa de actualidad política, tertulia corazonesca y sucesos. Muchos sucesos.

Pilar Miró encargó a Jesús Hermida la implantación en nuestro país del contenedor matinal en un tiempo en el que la televisión aún no emitía por la mañana. Era 1987. Hermida, que había sido corresponsal en Nueva York, conocía a la perfección la dinámica de los morning shows norteamericanos y versionó su estructura a tono con la idiosincrasia nacional.

Aunque fue María Teresa Campos, surgida del equipo de Hermida y “heredera” suya por méritos propios, la que evolucionó y popularizó la fórmula del magazine. Primero en la tarde, después ya en la mañana, donde cosechó grandes cuotas de audiencia (superando el 30 por ciento) en La 1 de TVE (entonces La Primera) y, a partir de 1996, en Telecinco.

Curtida en la radio de proximidad, María Teresa Campos contó con la intuición periodística necesaria para "terrenalizar" este género en España. Lo hizo derribando estereotipos, formalismos y moldeando cohesión de todas las secciones. Lo hizo hablando al espectador con la cercanía que merecía.

Una avispada cercanía que probaba contenidos y no temía la experimentación. Porque uno de los valores del sello de María Teresa Campos, que se ha perdido en los magazines matinales, es su capacidad para crear e innovar. La Campos probaba presentadores, colaboradores y secciones. Se atrevía a jugar con las ideas, a acertar y también a equivocarse. Sus programas fueron un valiente campo de cultivo que, de esta forma, fue enriqueciendo la receta del magazine. Ya no era un género televisivo de segunda.

De hecho, una de sus luchas fue también introducir la tertulia política en un formato que se consideraba sólo de entretenimiento. No se lo permitieron en TVE. Lo consiguió en Telecinco. Así, por primera vez en España, la política llegaba a un debate de un magazine. Y, para sorpresa de los directivos, con buenos rendimientos de audiencia. Era lo más visto.

La entrevista y tertulia política encajaba a la perfección con el sello del programa de gran carrusel de actualidad. Con el público partícipe, antes de la existencia de las redes sociales, gracias a las llamadas telefónicas que otorgaban un plus de empatía y de imprevisibilidad al formato. Gente que llamaba para hablar directamente con María Teresa y darle su opinión. Y si se alargaba la cosa, mítico era aquello de la Campos soltando su "vaya terminando, amiga".

No había contenidos de primera y segunda durante la mañana, todo era televisión. Y así la Campos descubrió el valor de comentar lo que sucedía en otros programas del canal, sobre todo a partir del filón de Gran Hermano. También con el fenómeno de Operación Triunfo. La retroalimentación entre contenidos de las cadenas llegó con ella en su máxima expresión. No hacía telepromoción, lo incorporaba a la dinámica de su espacio con un apabullante olfato que convirtió éxitos de prime time en jugosa materia prima para su propio programa (una materia prima que luego perdió con su frustrado salto a Antena 3).  Pero, en el boom de una virginal tele-realidad, la Campos supo mirar de frente al interés de su público y salirse, de nuevo, del guion preestablecido.

Televisión viva, que se adaptaba a la actualidad y a la curiosidad de los espectadores. De ahí la importancia de probar hasta asentar una fórmula definida de la que hoy siguen bebiendo todos los canales privados con la manera en la que enfocan la estructura del tratamiento de política, corazoneo y sucesos en sus magazines. Aunque María Teresa Campos fue más allá, creando contextos y personajes que enriquecían el espacio. De ahí que tampoco hay que olvidar sus teatrillos en el tendedero o la invención de su inolvidable marido catódico, Paco Valladares, con el que realizaba un astuta radiografía autocrítica de la sociedad del momento (y de sí misma) a golpe de comedia.  Microsecciones que lograban una especial conexión cómplice con el público del momento y que servían para dinamizar, desengrasar y romper el ritmo del programa.

La intuición periodística de Teresa Campos

La principal cualidad de la Campos es que dirigía en directo mientras ella misma estaba en emisión, frente a la cámara y sin red. No tenía pinganillo (chivato que llevan en la oreja los comunicadores), era más que una presentadora: era la directora intuitiva de la orquesta, sabiendo lo que estaba funcionando o no en cada momento, haciendo el equilibrio entre el servicio público y el rating de audiencia, estirando o acortando secciones en vivo y en directo. Probando, equivocándose e intentándolo. Con enorme respeto al espectador, sin acomodarse, sin bajar la guardia. Siempre con una pasión que traspasa la pantalla sin crear indiferencia. Una actitud que no siempre tienen clara las actuales presentadoras matinales, mucho más propensas a la comodidad y reproducir clichés que, tal vez, sea el momento de revolucionar.

El instinto de María Teresa Campos sigue bien vivo, aunque de un modo mucho más sereno y relajado, en Qué tiempo tan feliz. Ahora, hasta ha accedido a protagonizar su propio reality junto a su hija Terelu. Se llamará Las Campos. Ella ya está por encima del bien y del mal. Su trayectoria ya es historia televisiva pura. Porque su trayectoria ha hecho mejor nuestra televisión.

@borjateran

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