OPINION

Jorge Javier Vázquez y la dificultad para encontrar su sitio en 'Gran Hermano'

jorge javier vazquez la silla
jorge javier vazquez la silla

Segunda gala de Gran Hermano. Una y once de la madrugada. Jorge Javier intenta sentarse en la silla de la mesa, pero no lo consigue. Desiste. Bromea con la situación, ante la mirada de los dos primeros expulsados. Una metáfora, porque en la realidad, como en ese taburete, parece que a Jorge Javier Vázquez le está costando encontrar su sitio en GH. Es como si el formato se lo comiera.

No termina de funcionar su carisma ni sus intentos de gracias ni sus ironías en los engranajes de Gran Hermano. Y es raro, pues Jorge Javier ha demostrado ser uno de los presentadores con más rapidez de reflejos de la actual televisión. No se le resistía nada. Nada excepto cuando tiene que leer el 'autocue' (chivato de de la cámara).

He aquí la cuestión: Gran Hermano cuenta con mucho guion que el conductor debe recitar al dictado durante la emisión o, de lo contrario, la gala sería un galimatías. Sucede también en Supervivientes, aunque con una diferencia. En Supervivientes al ser rostros populares, Jorge Javier tiene armas para jugar gracias a su inteligencia cargada de referencias folclóricas del universo del corazón y la cultura popular.

En Gran Hermano los perfiles de concursantes, anónimos, aún no ayudan. No están a la altura a la hora de transmitir esa chispa genuina que desemboca en una buena dosis de humor más allá del conflicto adolescente, lo que produce un negativo efecto dominó en cadena en la gala. Pero GH todavía está a tiempo de ir engrasando sus piezas, a medida que ocurran tramas y el propio presentador vaya descubriendo las debilidades, peculiaridades y delirios de estos nuevos"hermanastros" de la tele-realidad. De hecho, el comunicador ya va pillando ese punto cómplice con el espectador al charlar sin remilgos con Pol, el cachitas creído.

No obstante, el macroformato de Gran Hermano cuenta con un tono institucional que no es aliado con el sello personal de Jorge Javier Vázquez. Cuando Mercedes Milá empezó a presentar GH, allá por el efecto 2000, también sufría las contraindicaciones de leer al dictado, durante tantas horas, una gala en la que el maestro de ceremonias es una especie de cuentacuentos, un intenso narrador sabelotodo. Pero Milá, con el tiempo, dio la vuelta al tono oficialista e impregnó de su pasión esos largos textos de guion que sirven para guiar al espectador en la maratoniana gala.

Ahora, Jorge Javier sufre la complejidad de este reality y, también, que es un formato que en España viene tremendamente marcado por el carácter de la Milá. Jorge Javier tiene que hacer Gran Hermano suyo como logró el día en el que cogió el testigo de Jesús Vázquez en Supervivientes. Entonces, el contenido estaba a su favor, aquí no tanto. Porque si los concursantes no te siguen el juego, no tienes juego.

El presentador encontrará su sitio, pero aún el programa está verde. No fluye, está escaso de gags y momentazos, GH17 mantiene resultones datos de audiencia (este jueves 15, un 19.7 por ciento de cuota con 2.110.000 espectadores), pero esta temporada está siendo un hueso duro de roer.

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