OPINION

'La Voz 4': lo mejor y lo peor del retorno del talent show de más éxito en Telecinco

alejandro sanz tronista
alejandro sanz tronista

El programa ha regresado con 3,3 millones de espectadores y arrasando en cuota de pantalla, con un 28,7 por ciento de share, ya que empezó a las 23.00 (22.57 de la noche) en franja de menor competencia televisiva.

No cambies aquello que funciona. Esa es la consigna que han debido pensar los jefes máximos de Telecinco a la hora de afrontar la nueva temporada de La Voz. Porque todo sigue prácticamente igual. Todo, menos las rojas sillas giratorias, que han sido cambiadas por otras más ergonómicas. Mejor, pues las anteriores parecían obra de una clase de pretecnología de sexto de EGB y no estaban a la altura de la espectacular escenografía de las versiones internacionales del famoso talent show.

Un talent show que funciona por una dinámica contundente, que deja pegado al espectador. ¿Se girarán o no se girarán los coaches? Porque, paradójicamente, los protagonistas del programa no son los cantantes que van a la conquista del triunfo con su voz a través de una audición a ciegas. El foco de atención recae en el jurado.

Y la productora Boomerang pinta muy bien la mirada de estos jueces. Sus comentarios, sus expresiones, sus chismorreos, sus piques, su humor. Es lo mejor de lo mejor del show: el humor de Alejandro Sanz, el regreso de la campechanía macarra de Melendi, la conexión de perfil más juvenil de Manuel Carrasco y la empatía (o antipatía) que despierta la inamovible Malú, ya resabiada de su función de jueza. Los cuatro tienen desparpajo, aunque sus argumentos para seleccionar a los concursantes son repetitivos y se echa de menos el apoteósico instinto del show de Laura Pausini, que se se fue para no volver. Como decía su canción.

Al final, en La Voz los cantantes son importantes. Muy importantes. Pero no lo más importantes. Se trata de un show de emociones que Telecinco ha sabido encajar a su imagen de cadena. Una reconocible identidad que ha construido en los últimos años, donde se prima los personajes con historia personal -sensible, sentimental, curiosa, de superación o de impacto- pero, al mismo tiempo, esa misma historia no se suele enriquecer con valiosos elementos que van intrínsecos a la televisión: como la escenografía o la iluminación (España es uno de los países con peor puesta en escena de todos en los que se produce el sello The Voice).

Esa es la asignatura pendiente y lo peor de La Voz: falta sorprender al espectador usando también las posibilidades que surgen de la esencia de la televisión, con su luz (no solo luz plana de supermercado), con la escenografía, con la realización y no sólo con los habituales quejíos, palabro que, en la primera gala de la temporada, repitió Alejandro Sanz varias veces. Porque en Telecinco saben que los quejíos molan a su audiencia más fiel. Al igual que los tronos a lo Mujeres y hombres y viceversa, con los que también bromeó Sanz. Y es que, sentados sobre esos remozados sillones giratorios y rojizos de La Voz España, Melendi y Sanz podrían pasar por tronistas. Eso sí, tronistas con un magnético y salao carisma que no necesita marcar músculos para enamorar al personal.

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@borjateran

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