OPINION

La televisión de masas y las estrellas de la red, incompatibilidad de caracteres

quiero ser influencers
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La edad de oro de las redes sociales ha creado una nueva estirpe de estrellas. Se trata de los denominados influencers, que movilizan a sus seguidores a golpe de foto en Instagram (con muchos filtros) o colgando un vídeo en Youtube. Sólo basta una cámara, definir una temática y derrochar personalidad propia. No son necesarias grandes parafernalias tecnológicas, ni derroches de iluminación, ni alardes de fotografía. Simplemente cierto carisma.

La televisión lleva tiempo observando a estos flamantes referentes de las nuevas generaciones. De hecho, las cadenas intentan integrar a estas "celebrities 2.0" en su programación tradicional, pues los directivos catódicos ya han analizado que su influencia es mayor que la de la publicidad clásica y, además, puede ser una oportunidad de negocio a la hora de atraer a su programación lineal jugosos perfiles de audiencia joven y altamente consumidora.

Programas como Quiero ser (Telecinco-Divinity), concurso en busca del mejor "influencer" con jueces como la famosa Dulceida, o Hazte un selfi (Cuatro), un show de testimonios con historias surgidas de la red, ha intentado incorporar en la televisión tradicional el éxito viral. Sin embargo, las grandes audiencias han dado la espalda a estos espacios, quedándose en unas ínfimas cuotas de pantalla.

El choque está en que la manera de comunicarse en la tele tradicional y el universo de las redes es completamente diferente. Para empezar, el entretenimiento en la televisión clásica se hace con mucho más que una webcam y se vive, en primera instancia, en experiencia colectiva, mientras que las redes son más un acto de complicidad entre emisor y receptor.

El éxito de los grandes youtubers es la artesanía del producto, sin intermediarios. El receptor se identifica y hasta se siente casi voyeur de la propia vida del youtuber. Es como una conversación a través de una videollamada. De ordenador a ordenador. De tú a tú. El espectador se cree cómplice y partícipe de lo que le cuentan: desde videojuegos a tutoriales de belleza.

El número de visionados se va generando con el tiempo, no se suma de forma instantánea como sucede en la tele de siempre y la duración de los contenidos suele ser breve, rara vez sobrepasan los 15 minutos. Así son más fáciles de compartir (y retuitear).

En cambio, la televisión generalista se dirige a un público masivo con un contexto más amplio. De ahí que muchos youtubers que han sido fichados por diferentes cadenas han fracaso fuera de su hábitat, como sucedió con IsasaWeis o el formato Fiesta Suprema en La 2, que contó con los youtubers Loulogio, Bolli y Roc. No lograron destacar, ya que los lenguajes catódicos son diferentes. Se necesita más que hobbies, improvisación o guiños personales para triunfar en la televisión convencional.

Son contextos diferentes, con lenguajes diferentes. La televisión de masas no siempre acepta la trampa de los cortes de edición de cuajo para repetir aquello que no te ha salido bien en tu monólogo. La televisión de masas pide más que un consejo de belleza o jugar a un videojuego.

Pero no hay que infravalorar la capacidad de los youtubers y resto de influencers. Al contrario, son parte fundamental del presente y futuro de la comunicación. Las redes son la mejor herramienta actual para demostrar talento, iniciativa y emprender si tienes un arte que enseñar al mundo, pero su audiencia en la red no es extrapolable a la pequeña pantalla porque el formato es diferente.

Internet se ha convertido en una factoría para los cazatalentos, donde darse a conocer e incluso para ser fichado por empresas. Las nuevas generaciones deben aprovecharlo para alcanzar sus sueños. En el panorama televisivo también, sobre todo aquellos que muestran cualidades como guionistas o creadores de contenidos.

Pero la gran mayoría de youtubers, especialmente los que alcanzan mayores cifras de audiencia, centran su éxito en tutoriales editados, engolados monólogos sobre su vida o grabándose mientras juegan a videojuegos. Eso, simplemente, por sí mismo es antitelevisivo. Su éxito estriba en que congenian con unos poderosos perfiles de audiencia que están en la red ávidos de información sobre mismas pasiones, hobbies o con interés en seguir referentes en los que sentirse identificado. Pero su hábitat no es la televisión de masas, ni falta que les hace: porque ya tienen su plataforma perfecta en las redes. Porque la televisión y las redes sociales son pantallas complementarias, con vida, filtros y códigos propios.

@borjateran

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