OPINION

'Hora punta' de Javier Cárdenas: crónica de un fracaso deseado

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Televisión Española necesitaba un programa que sirviera de puente entre el Telediario y su oferta de prime time. Y, entonces, llegó Hora punta.

En principio, podía sonar a buena idea la premisa de este formato: un show que calienta motores antes de la emisión estrella de la noche y que, además, sirve para retroalimentar contenidos de la corporación pública, pues TVE necesita programas atractivos donde divulgar su oferta a través del entretenimiento, no sólo de la televisión tradicional, también de la producción radiofónica y cinematográfica del sello RTVE, así como plataforma para dar visibilidad a la invisible cultura nacional.

Sin embargo, el nombre del presentador para dirigir, crear y presentar este formato desató la polémica. Javier Cárdenas era el elegido. Su trayectoria personal, con ciertas declaraciones incendiarias, le ponían en el punto de mira y muchos se alzaban ya en contra del formato deseando su fracaso. Incluso antes de emitirse. Aunque su currículum avalaba a Cárdenas para el puesto, ya que lleva años liderando uno de los matinales más escuchados de las radiofórmulas y, además, logró buenos resultados de audiencia en su paso por canales como Localia, con programas de similares características a Hora punta. Con estos antecedentes, había que dar una oportunidad al producto.

Pero la oportunidad, de momento, ha sido perdida. Porque Hora punta no termina de encajar, con su tono actual, en una cadena pública como TVE: que debe ser creativa, diferente y no evidente. En cambio, los contenidos de Hora punta son muy evidentes con viejos fragmentos de Youtube que llegan a la televisión demasiado manoseados y con vídeos locutados con entonación a lo Cazamariposas y Sálvame.  Y para eso ya están Cazamariposas y Sálvame en el contexto adecuado.

Hora punta esconde el peor problema que puede sufrir un programa de televisión: no cuenta con una personalidad definida. El espectador no entiende el show, pues Cárdenas ni presenta con claridad a sus colaboradores (¿quiénes son esas personas que aparecen en la mesa?). Tampoco ayuda que el programa desprenda cierta obsesión por un frenético ritmo que fomenta justo lo opuesto: cortes de edición que ralentizan y rompen el clímax de cualquier complicidad que exista en plató.

Lo mejor del show es la peculiar mesa, que hace un particular pliegue, y la iluminación, que juega con unos letreros luminosos detrás de la ventana -a lo Hitchcock en La Soga-. Aunque, a diferencia de la película del mítico director, aquí los "neones" no marcan la tensión en el ambiente. Ni falta que hace, ya que para tensión ya están las intimidades que, esta semana, se han insinuado de alguno de sus invitados. Así se especuló, en el programa, que Juan Camus había estado "liado" con un profesor de la Academia de OT. Un buen cebo para subir el share. Si estás en Telecinco, claro.

Porque la audiencia de hoy no espera eso de TVE. Espera golpes de guion menos obvios. Y eso no significa que no se pueda trastear desde la televisión pública con el cotilleo y lo políticamente menos correcto. Por supuesto que sí. Pero, hasta ahora, en Hora punta sólo se ha utilizado esta baza de manera simplista. Y eso no es lo que necesita TVE. De ahí que el formato bajara su cuota de pantalla, quedándose en un pobre 6,4 por ciento de share, en el día en el que se habló de esa supuesta relación de Camus. Como si a alguien le interesara eso...

La única salvación de Hora punta pasa por definir más y mejor el foco de sus contenidos. Con menos cortacos de edición (se puede grabar en falso directo real y quedará más natural), con más presencia de colaboradores y con más tiempo dedicado a dejar fluir la espontaneidad de invitados, famosos y anónimos. La virtud de Cárdenas es que suele saber reírse de sí mismo en directo. Aunque no será fácil dar con la coreografía perfecta de contenidos. Menos aún cuando la escenografía que ya de por sí está presidida por un prototípico skyline de rascacielos de una ciudad cualquiera del extranjero, imagen que no tiene nada que ver con lo que cuenta el programa ni con su audiencia potencial. Qué tiempos aquellos en los que hasta el fondo del decorado de detrás del presentador envolvía la historia, potenciando la personalidad diferenciada e imaginativa de cada formato y transmitiendo identificables sensaciones en el público.

@borjateran

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