OPINION

Los casos de Pesadilla en la Cocina de Chicote, ¿realidad o ficción?

chicote asco
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Han saltado las alarmas. Sole, propietaria del Café Zamora, ha acusado al programa de Alberto Chicote, Pesadilla en la Cocina, de manipular y hasta de “esconder una caja con gusanos” para propiciar conflicto. Acusación falsa, por cierto.

Sole, protagonista del único episodio en el que Chicote abandona, cual novia a la fuga, tras reformar el local, ha sentenciado en el programa de radio Versió Rac1 que el formato de La Sexta "no es real".  ¿Miente Sole para poder defender su caótico restaurante? ¿O es verdad eso de que en televisión todo es mentira?

La realidad supera a la ficción. Y Pesadilla en la cocina no es ficción. El secreto del programa está en que cada temporada se sustenta en un poderoso casting, con personajes que no encuentran más salida a su restaurante que pedir ayuda a un show de televisión que, de paso, puede promocionar su negocio. Porque, normalmente, Pesadilla en la Cocina cuenta con un final feliz que incluso genera en el espectador la curiosidad de asistir al chiringuito. Y vivir la experiencia de Chicote in situ.

Pesadilla es un programa que confía en la reinserción hasta de la gastronomía más mugrienta. Sin embargo, como todo buen programa de televisión, se necesita explicar la historia para que el espectador la entienda. Es un cualquier espacio de TV, existen cámaras y los protagonistas saben cuando están siendo grabados. En momentos de máxima tensión pueden olvidar las cámaras, pero en general se sienten examinados.

Aunque sentirse examinados no resta credibilidad al espacio, pues muchas veces potencia con más fuerza el conflicto, ya que los personajes que aparecen pueden ver que su imagen pública queda en entredicho y dejan de controlar la situación. El programa de Chicote es, por tanto, real.

Pero, para que se entienda por la tele, hay que ordenar esa realidad de horas y horas de grabación. Hay que dar forma a una historia emocionante, trepidante y con cierta dosis de humor. Ahí son importantes las entrevistas a los protagonistas, declaraciones que se introducen durante la emisión para dar más información de contexto al espectador. Además, el equipo creativo del programa crea pruebas para que sucedan situaciones que evidencien el desastre en el que está inmerso el restaurante. Como cuando se llena el restaurante de comensales, que suelen ser figurantes.

Y, claro, al ver el resultado del programa por la tele, los propietarios pueden sentir que no es lo que vivieron. Porque su realidad se ha retratado desde fuera desde otro punto de vista que no es el suyo propio, desde la óptica de un show de televisión. Porque Pesadilla en la cocina es un show de televisión con sus guionistas y editores de vídeo. Guionistas que ni se inventan a los personajes, ni crean el conflicto: sólo transforman las jornadas de grabación en un contenido interesante para una prime time.

Al final, Pesadilla en la cocina muestra una realidad con los aditivos del reality bien cocinado: emoción, conflicto, humor, identificación, aprendizaje, un buen puñado de enfatizadoras músicas de fondo y, al ser posible, un final esperanzador.

> Pesadilla en la cocina: así planta cara a 'Gran Hermano'

@borjateran

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