OPINION

Los 6 errores que no debe repetir 'Los Goya'

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"La gala de los Goya es una exposición perversa". Lo dijo Eva Hache. Y no se equivocaba. La gran ceremonia de premios del cine español es la excusa perfecta del público para canalizar la ira y criticar a mansalva, sobre todo al conductor de la fiesta. O que se lo pregunten a Dani Rovira que, sin embargo, ha decidido volver, por tercera vez, como presentador de los famosos galardones de la Academia. Eso sí, esperemos que en esta edición de Los Goya no se repitan los 6 errores de manual que siempre terminan restando glamour al sarao.

1. Cantar, vale. Pero sin pasarse.

En alguna que otra ocasión Los Goya han pecado de pretender grandes números musicales que más de escribirse a tono con la idiosincrasia nacional han pretendido amular a la grandilocuente apertura de los Premios Tony. Error, pues los Tony son unos galardones del teatro musical estadounidense, no de nuestro cine. Así que mejor no meterse en la parafernalia de un número de estas condiciones. Menos aún si careces de los medios para ello y lo vas a consumar a medio gas. Y peor todavía si la gala se realiza desde un salón de actos de un hotel que no cuenta con un escenario con las dimensiones idóneas a la altura de un show de televisión de estas características. Al final, siempre es mejor optar por la cercanía del primer plano de nuestras estrellas. Así sucedió en la ceremonia en que se cantó Resistiré. Fue toda una oda a la cultura, nuestra cultura. Y eso traspasó sin necesidad de ballets, pompas o fuegos artificiales.

2. Trucos de magia

Una gala de premios debe centrarse justamente en eso: en los premios. Sólo basta un toque de humor, cierta mala leche en el monólogo del presentador y, por supuesto, la emoción de los premiados. De ahí que sobre cualquier parafernalia extra, que simplemente sirve para atascar el evento. En la pasada edición se incorporaron trucos de magia. Error, sacaron al espectador del leitmotiv de la ceremonia. El espectador no entendía su sentido dentro del programa.

3. Butacas vacías

Las butacas donde están sentadas las estrellas de nuestro cine deben de ser las grandes protagonistas de Los Goya. O de cualquier gala de premios. Ellen DeGeneres lo demostró hace unos años en su celebrada última edición de los Oscars, convirtiendo el patio de butacas en el escenario principal de sus labores como presentadora (aquí sus trucos aquella memorable noche). Sin embargo, en España los premiados van huyendo a medida que avanza la gala, dejando huecos vacíos en la grada, que producen una tremenda sensación de desgana en la emisión televisiva. Error. Los actores deben saber que son hasta el último minuto los cabeza de cartel de la emisión. Y, aunque se haga larga la gala, deben aguantar hasta el adiós final.

4. Alex O'dogherty

El bueno de O'dogherty no tiene la culpa. Pero, avanzada la ceremonia, es un error introducir con calzador una actuación marcadamente de autor. Los Goya no dejan de ser un programa de televisión que debe contar con unas tramas definidas de principio al final del show -como logró Buenafuente y su equipo en 2010, en la emisión de más audiencia de estos premios-. Es necesario que los contenidos de Los Goya cuenten con cierta coherencia y no sean una amalgama de números inconexos, que aparecen cuando la gente espera que la historia avance, no de rodeos y termine lo antes posible.

5. Interruptus

Los Goya son unos premios. Y deben valorar los agradecimientos de los premiados sin complejos. Un error cortar de cuajo a los galardonados. Es su momento. La mayoría no volverán a estar ahí. Está bien introducir cierta música, cuando se alargan el discurso (para que recuerden que el minuto de gloria no debe eternizarse), pero tampoco hay que cortar su emoción de forma brusca. Eso también molesta al espectador, es un acto de mala educación.

6. Esto no es Hollywood

España no es Hollywood, ni necesita ser Hollywood. El gran problema y error de las galas de los Goya aparece cuando son una burda imitación de los Oscar. Los norteamericanos son los grandes maestros en este tipo de acontecimientos, está claro, pero lo inteligente es crear este tipo de galas a la medida de nuestra realidad creativa. Por eso mismo se recuerda con tanto cariño las ceremonias presentadas por Rosa María Sardá, pues eran una explosión de humor inteligente sobre el cine español, los asistentes (y no asistentes) al evento y las carencias del propio show que estaba presentando. Todo el rato se reía de lo cutre que era aquello y, así, lo convirtió en especial, sarcástico e incluso glamouroso. Sardá otorgó identidad propia a Los Goya y logró lo que siempre deben de ser este invento: una celebración de la cultura, la cultura del cine.

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@borjateran

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