OPINION

José Mota ha vuelto con 'El Acabose': lo mejor y lo peor de su retorno al plató

el acabose
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Donald Trump destruye el mundo. Es El Acabose. Así arranca lo nuevo de José Mota en La 1 de TVE. Un atrevimiento, pues el cómico sale de nuevo de su área de confort (el programa de sketches) para volver al programa con epicentro en plató, donde es al mismo tiempo presentador, monologuista, actor e incluso entrevistador.

En un set que simula una especie de búnker que acoge a los supervivientes de un mundano apocalipsis, Mota realiza un interesante ejercicio: enfrenta su humor a un show con público en directo. Y Bustamante ha sido el primer invitado (y sufridor) de un acabose que ha aprobado con nota.

Porque en su nuevo formato, como si fuera el más reputado maestro de ceremonias de un late night norteamericano, Mota evidencia una vez más que es el cómico más completo de los últimos veinte años de historia televisiva. No sólo imita muy bien, también entiende la importancia de que sus programas evolucionen a tono con los nuevos tiempos aunque sin perder su esencia.

De ahí que en El Acabose no hayan faltado algunos de sus personajes más carismáticos, como Bartolo, que no dudó en acosar al bueno de Bustamante. Ese es el juego del show, entremezclar ficción y realidad sin demasiado miedo a la imaginación, donde entran y salen colaboradores que presentan locas secciones que, en realidad, son la excusa para dar paso a gags del cómico.

Gags que se atreven con mordaces versiones musicales, la autocrítica televisiva (Jordi Hurtado y Bertín Osborne incluidos) y hasta con ciertos zascas a la situación política. A Mota se lo permiten desde la cadena pública. Y lo aprovecha para vanagloria de sus fans.

Lo peor del formato está en que el ritmo a veces es demasiado rápido. Mota no oculta la edición de imágenes y, como en su programa de sketches, interactúa con las transiciones de imágenes, que van y vienen a todo trapo dejando al espectador con ganas de escuchar más y mejor al invitado de turno.

También puede resultar cansino (sí, ¡cansino!) el aprovechamiento demasiado forzado de una coletilla publicitaria de calado social como manoseado gag recurrente que se ha repetido sin piedad. Vamos que lo del "Claro que sí, guapi" ya está demasiado manoseado y es un chiste fácil para un formato de estas características. Con una vez bastaba.

Por suerte, la calidad de las imitaciones suplen cualquier estrés de un programa de autor que es una buena oportunidad para la televisión pública por su calidad, inteligencia y porque cuenta una historia con intención creativa desde el minuto uno de su emisión hasta el fundido en negro final. Y ese detalle, aunque es obvio, se echa de menos en la televisión actual.

@borjateran

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