OPINION

Netflix y los efectos colaterales del maratón de series

Santa-Clarita-netflix
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No es lo mismo. No es igual ver una serie semana a semana que consumir toda la temporada en modo maratón de capítulos. El modelo de las plataformas bajo demanda ha abierto un nuevo escenario con el estreno de todos los episodios de las temporadas de sus ficciones de referencia de golpe, para que el espectador pueda elegir cómo y cuándo los ve. Incluso para que pueda verlos todos seguidos sin abandonar el sofá durante horas.

La audiencia tiene la oportunidad de saciar así su impaciencia si lo desea, pues ya no está a expensas del programador de la televisión tradicional. Pero... ¿no es esto contrario al propio concepto de serie? Son series porque se conciben para ser seriadas, ¿no?

No todas las series están ideadas para verse de una sentada. Al contrario, algunas tramas necesitan un reposo y una digestión. O dos. Sin embargo, las ansias pueden provocar que el espectador no deguste la producción como merece, o como debería.

No tiene sentido animar a ver de golpe una ficción sólo porque ya está disponible, porque entonces tal vez sería más lógico producir películas muy largas que series de ocho o diez capítulos. Los creadores de Stranger Things, por ejemplo, aseguran que esta siempre fue concebida como una película de ocho horas. Entonces... ¿para qué la división en episodios? ¿No estorban los títulos de crédito entre un capítulo y otro si lo que quieren es que los veas seguidos?

El artífice de Perdidos, Damon Lindelof, se ha manifestado, por su parte, contrario al consumo maratoniano de series. ¿Cómo hubiera sido Lost sin tiempo entre episodio y episodio para lanzar teorías y hacer conjeturas tras cada cliffhanger? ¿La habríamos disfrutado igual tragándonos una temporada completa en un fin de semana? Probablemente no. Y, sin duda, el fenómeno no habría generado tanto caudal de debate ni habría hecho el ruido mundial que hizo durante seis largos años. Ahora, Lindelof pide que se beba con moderación su actual The leftovers, consciente de que, con un atracón, el público no se sumergirá en la historia con el tempo que necesita.

Y es que los atracones nunca fueron buenos para la salud hasta que llegó Netflix. El consumo adictivo y sin freno de las series se ve como un avance, y lo es, pero el espectador debe también aprender a frenar sus ansias para seguir sintiendo ese regustillo de intriga que tanto nos hace disfrutar de una ficción cuando nos dosifican una historia brillante de manera inteligente.

El nuevo modelo está matando una pregunta básica en el deleite de una serie: ¿qué pasa después? Esta pregunta tiene respuesta inmediata, porque si no tocas el mando, el capítulo siguiente comienza en apenas veinte segundos, sin darte tregua para siquiera digerir lo visto. Por eso, puede que ver una serie de una sentada nos sacie como a quien engulle una tarta entera, pero desde luego también corta las alas a nuestra imaginación.

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