OPINION

6 mentiras recurrentes del fracaso en la televisión en España

salvame belen esteban
salvame belen esteban

La televisión no es una ciencia exacta. Su éxito depende de innumerables factores que no siempre son fáciles de prever, sin embargo se han ido interiorizando factores que, supuestamente, bajan la audiencia. Y mucho. Aunque no sean del todo ciertos.

1. La oscuridad baja el share.

Las cadenas se obsesionan con iluminar sin piedad sus platós de programas de entretenimiento y, también, de series. Casi como si se tratara de un supermercado, las producciones de la televisión en España están cortadas por un patrón de luminosidad monotemático, pues los responsables de las cadenas temen la oscuridad como sinónimo de pérdida de audiencia.

Luz, luz y más luz en el estudio, que se vea todo muy bien. Y es cierto que en televisión es crucial que exista una buena "claridad" para crear un ambiente vistoso y acogedor en los programas, pero también es cierto que hay oscuridades muy luminosas. La oscuridad como tal no baja el share. Al contrario, hay series de época que con un poco menos de focos ganarían en credibilidad. O que se lo pregunten a la frustrada Alatriste, que estaba sobreiluminada como si fuera el plató de Sálvame, lo que evidenciaba el artificio de los decorados.

2. Las canciones desconocidas hunden la audiencia.

La televisión no sólo es tararear elementos que el espectador conoce y reconoce. La televisión también es descubrir. Es más, una canción desconocida puede triunfar. Y mucho. Sólo hay que dar oportunidad a aquellos intérpretes con un carisma que sabe mirar a cámara hasta traspasar el objetivo.

El espectador está ansioso de que le abran el paladar a sabores nuevos. Pero en la televisión en España está difícil, porque es difícil entrar en un plató sin ser ya conocido por la masa de público. Es la asignatura pendiente de las cadenas generalistas de hoy: dar oportunidades u otras plataformas les robarán el título de "referentes".

3. Ni hablar de la palabra "cultura"

La sección de cultura se ha volatilizado de los Telediarios porque baja la audiencia. Imposible promocionar un libro si no cuenta con un extra morboso que supuestamente es la percha que atrapa al televidente. Los datos de los audímetros lo demuestran pero, en realidad, la crisis de la cultura en televisión está en que este tipo de noticias han caído en el error del cliché de cultura como algo aburrido e incluso sibarita.

El fallo ha estado en que no se ha incorporado la cultura como un contenido más que, encima, permite al periodista arriesgar creativamente en sus crónicas. Carlos del Amor, de TVE, es un ejemplo de impregnar de personalidad e intención los reportajes. Indiferentemente de la temática, este periodista seduce la curiosidad del espectador porque cuenta una historia con una sensible mirada propia que no se queda en la superficie previsible y evidente.

4. Mete el acelerador o cambiarán de canal

La televisión en España se ha obsesionado con el ritmo sin saber muy bien el real significado del ritmo. De hecho, muchas veces se confunde ritmo con prisa en programas y series, lo que termina llevando al fracaso a ese formato en cuestión. Y es que correr más no es tener mejor compás.

La cualidad indispensable en televisión es lograr construir un clímax, con el tempo que marque el contenido del espacio. En cambio, existen muchos programas o series que desarrollan sus contenidos con tanto estrés que no se posibilita el disfrute de los invitados, secciones o tramas. La audiencia se frustra, ya que siente que se queda a medias. Y es que los temas del espacio no cuajan por culpa de creer que el ritmo televisivo es fomentar prisas que corren hacia ninguna parte.

5. Dónde esté una buena trama con niños...

La ingenuidad de los niños sube las audiencias. Así que es habitual que en las series se haga hincapié en crear una trama con críos, que atrape la emoción de papás y abuelos y, de paso, genere cierto interés en los más pequeños en la casa, que pueden ser poderosos a la hora de que la familia se quede en uno u otro canal. Pero no es necesaria una trama de niños para que triunfe una buena serie. El Tiempo entre Costuras no lo necesitó. Lo importante es contar con una buena historia que esté bien dirigida e interpretada.

Al final, es un fallo incorporar de forma artificiosas tramas satélites que incluso pueden entorpecer el desarrollo de los personajes principales de un proyecto de ficción, desvirtuándose así su esencia. Pero, eso es lo de menos,  cuando los responsables de las cadenas se obsesionan en prefabricar de antemano los productos dándole vueltas a modelos de éxito pasados y no apostando por la intuición de creer en uno u otro guion. Y la televisión es intuición.

6. Los abuelos no venden.

La tele esconde a las personas más mayores. No existen prácticamente en prime time, tampoco es muy habitual en publicidad generalista. Las Chicas de Oro sería una serie imposible de estrenar hoy, ya que despertaría el temor de unos directivos que no creerían que la audiencia se pudiera identificar con unas señoras de la tercera edad. Y sin tramas fijos con adorables niños.

Pero, en realidad, los abuelos tiran igual que los jóvenes en la pequeña pantalla. Lo demuestran, a su manera, los éxitos de Juan Y Medio en las tardes de Canal Sur y de Ramón García en las tardes de la tele de Castilla La Mancha. Ellos tienen el desparpajo de la experiencia, con los años ya han perdido la vergüenza por el camino. De ahí que las señoras mayores sean un tipo de público demandado por grandes programas cómicos. Porque no tienen complejos para romperse a carcajada limpia en las grabaciones. Pero, claro, a la hora de la verdad, los programas se quedan con el sonido de su risa pero dejan a estas personas mayores escondidas en algún punto recóndito del plató. No vaya a ser que se les vea mucho... Y parezca la grada de Sálvame.

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