OPINION

Operación Triunfo vuelve a TVE: los retos para no fracasar con el retorno

OPERACION-TRIUNFO
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Ya es oficial. Operación Triunfo regresa en septiembre. El Consejo de Administración de TVE ha aprobado el retorno del mítico talent show, el formato musical más visto de la historia de la tele desde que existen audímetros.

Tras el éxito de los especiales del reencuentro de OT, los responsables de TVE han visto posibilidad de recuperar una marca tan emblemática de la cadena. A favor de la vuelta está que el formato ha descansado un tiempo suficiente para hacer de su retorno todo un acontecimiento y que la industria discográfica necesita un show musical con una evolución semanal que permita ver y empatizar con el crecimiento y el talento de los participantes (en la fórmula de La Voz no cuajan los artistas en la memoria del espectador, los protagonistas son los coaches).

Pero para resucitar Operación Triunfo no sólo basta con montar una academia y organizar unas galas semanales. Se necesita un arduo proceso de casting que debe ser organizado con meses de antelación.

Porque Operación Triunfo fracasará sin un elenco de carismáticos concursantes con una pluralidad de personalidades que atrape al espectador como si de una teleserie juvenil se tratara. Concursantes que podrían ser de nuestra familia, de nuestro barrio o vecindario y, sobre todo, que no se sientan ni resabiados de tele ni expertos en el concurso. O participarán desde el artificio estratégico.

Al final, el gran éxito de OT1 fue la ingenuidad de unos concursantes con la música con la ilusión principal. Contagiaban verdad, porque eran de verdad y el espectador se veía reflejado en su evolución. Veía a personas de la calle crecer, avanzar y tocar su sueño.

Para resucitar esa percepción ciudadana, será importante que los nuevos castings salgan a la calle. En los meses previos, el equipo de audiciones del programa deberá salir del estudio y recorrer todo el país, haciendo ruido, en busca del talento patrio. Así, de esta forma, se movilizará a la audiencia y el gusanillo de OT recorrerá todo el territorio nacional, haciendo partícipe a la sociedad de su retorno.

Un retorno que debe ser a lo grande, sin medias tintas, y donde tendrá que abrirse una academia renovada. Porque en OT la convivencia es crucial. Su grado de tele-realidad es lo que diferencia a este formato de cualquier talent show. Y ahí será importante también la elección del claustro de profesores que debe ir a tono con la complicidad de los concursantes. Y es que como en una buena serie juvenil las empatías entre profesores y alumnos también deben funcionar a nivel televisivo. Los nombres de los profesores tendrán que rejuvenecerse al compás de la física y la química de la nueva generación OT.

El otro pilar de este ansiado retorno estará en la elección del nombre del presentador. ¿Un regreso de Carlos Lozano a sus quehaceres de maestro de ceremonias o relanzar el formato con un comunicador de nueva hornada? Difícil decisión, lo que está claro es que el éxito de las galas semanales estará en saber construir un gran espectáculo musical y televisivo en donde no se escatime en puesta en escena para generar interés con cada actuación y, además, se defina bien la evolución de la trayectoria de cada artista de cara al futuro. Es la única forma de que se contagie la sensación de que esos nuevos talentos están viviendo, de verdad, su Operación Triunfo. Y no un sucedáneo. Porque el gran problema que sufrirá OT será que la gente ha mitificado el recuerdo del primer OT, el resto está olvida ese recuerdo para repetir el ADN del formato: la ingenuidad de talentos identificables alcanzando un sueño por la música que no es un eufemismo, es real.

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@borjateran

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