OPINION

El atrevimiento de 'El Ministerio del Tiempo'

la ventana indiscreta
la ventana indiscreta

La edad de oro de la ficción en España fue antes de la llegada de las privadas, cuando las series creían en los autores y primaban contar una historia al espectador, sin esclavizar las tramas a la evolución de la décima de share. El Ministerio del Tiempo ha vuelto como puente de aquel tiempo pasado que tal vez fue mejor, pues realizaba un retrato apasionante de esta España nuestra, con sus grandezas, sus miserias y hasta sus prejuicios. Y ahí está uno de los méritos de la serie creada por Pablo y Javier Olivares, El Ministerio devuelve esa ilusión a un espectador que juega a dejarse llevar en el guion. Un guion como los de antes. Porque El Ministerio del Tiempo es una serie pionera porque, justamente, aprende de lo mejor de nuestra ficción.

Una producción que no se obsesiona con sobreexplicar y no teme la experiencia de las referencias. De hecho, no pasa nada si el público no pilla todas las referencias, pues para eso están también las historias de ficción: para descubrir. En ese sentido, el retorno de El Ministerio del Tiempo es una oda a la curiosidad a través de la mirada de Hitchcock con un episodio cargado de homenajes a sus películas. De Vértigo a Psicosis, de La Venana Indiscreta a Los Pájaros, sin olvidar La Soga o El hombre que sabía demasiado. Ahora, nada más terminar el capítulo, cientos de personas estarán buscando títulos del mítico director e incluso visionándolos. Ese es el otro superpoder de El Ministerio: entretiene despertando inquietudes. Como las mejores series de siempre.

Es más, hasta nos enseña del lugar donde viene el dicho de "como Pedro por su casa" en unos episodios que hacen una interesante coreografía entre tramas autoconclusivas y horizontales (que se mantienen en la evolución de la temporada) a través de unos personajes con ese punto irónico que es un grato aliado de un espectador que juega con los personajes que encarna el casting de actores, donde hay que destacar al gran Jaime Blanch. También como puente de los mejores actores de la televisión de siempre con una energía que traspasa la pantalla sin artificios.

Al final, El Ministerio del Tiempo es más que una serie de viajes en el tiempo, es una aventura que atesora los mejores ingredientes de la televisión: en guion, en fotografía, en interpretación, en documentación y en imaginación. Y todo bajo la batuta de un Javier Olivares que, con la evolución de los capítulos, evidencia cada vez más su grandeza latente: sabe hacer brillar a los equipos que dirige con una intuición, valentía y destreza que no es nada habitual en la televisión de hoy. Y el futuro de la mejor televisión sólo será de los intuitivos, valientes y con destreza para arriesgar creyendo en la inteligencia del espectador que no sólo tiene que reconocer lo que ve por la tele, también quiere dejarse llevar, incluso descubriendo lo que desconoce. Pero, de momento, en la televisión de hoy, lo de la intuición, la valentía y la destreza que arriesga en ideas parece sólo un mero atrevimiento cuando, en realidad, es la base de la televisión que nos hizo querer tanto la televisión.

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