OPINION

Premios Max 2017, una gala tan interminable como magnética

ana morgade max
ana morgade max

La 2 de Televisión Española ha emitido, esta noche, la edición número 20 de los Premios Max, los galardones que premian lo mejor del teatro y las artes escénicas españolas. Las galas de premios siempre son tediosas, largas y aburridas, normalmente porque los agradecimientos se alargan y el show suele clonar la estructura de los clichés de los Oscar de Hollywood pero sin los mismos medios, lo que se traduce en un programa con nula personalidad.

Sin embargo, este 2017, los gala de los Max ha sido un inteligente homenaje a la escena con todas sus consecuencias. Los premios han ido entrando y saliendo a través de un hilo conductor teatral que ha supuesto un experiencia especial para el espectador. No ha faltado detalle: en interpretación, en baile, en coros, en ¡funambulismo!, en atrezo montándose y desmontándose, en directo, en escena como si se tratara de una función de sábado tarde.

Una propuesta genuina y con cierto riesgo, bajo la dirección de Joan Font de Comediants, que se agradece en tiempos de televisión previsible y galas de premios repetitivas. También inteligente ha sido la presentación de Ana Morgade, que ha vuelto a ser la maestra de ceremonias de los Max, con un protagonismo especial, pues su presencia se ha mantenido hasta en los agradecimientos de los premiados. Buena idea.

De hecho, su micro parecía siempre estar abierto para poder arropar y enriquecer con su risa o improvisación el trascurso de la ceremonia. "Me ha flipado este número", se escuchaba de su voz, que fluía desde un rincón del Palau de las Arts de Valencia, desde donde se ha emitido el sarao.

Una ceremonia que también ha tenido su punto reivindicativo, claro. Esta vez, además del IVA y algún (mal) recuerdo para Esperanza Aguirre, los Max han peleado por la visibilidad de la mujer, con un papel aún infravalorado también en el ámbito de autores.

Los premios Max de 2017 -en los que ha triunfado la obra Només són dones (Solo son mujeres) junto a los espéctaculos de danza, Oskara y Caída del cielo- no arrasarán en audiencia, pero han sido un oasis televisivo para el ingenio que consigue contagiar su magnetismo a través de la televisión. Porque, aunque aparentemente no habrá sido una emisión al alcance de los públicos masivos, sí ha estado a la altura de lo que es el sustento del teatro: la cultura comprometida con la creación por encima de lo preestablecido. Y eso los Max de 2017 lo han hecho con personalidad propia y mucho ruido de una sala llena, dentro y fuera del escenario, de gente apasionada que ha propiciado una gala viva a pesar del maratón interminable de premios.

@borjateran

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