Tras el éxito del especial de Alberto Chicote sobre Mitos de los alimentos, Antena 3 ha estrenado En forma en 70 días. Un programa en el que el popular chef y otros tres voluntarios se convierten en protagonistas de un entrenamiento saludable para cambiar sus hábitos alimenticios y físicos.
Deporte y nueva dieta en un documental que cuenta con la baza de que el espectador medio se siente identificado en un escenario social en el que existe una concienciación mayor sobre la importancia de prácticar deporte y disminuir sustancias como el azúcar de la alimentación.
En forma en 70 días pone en práctica esas teorías. Y lo hace con un Chicote que pasa de examinar restaurantes (mientras prueba croquetas) a ser él el examinado.
El acierto del formato está en que enriquece el elevado caudal de información -difícil digerir en un primer pase en directo- con un efectista grafismo, que va marcando cada dato y explicación para que llegue de forma más clara al espectador. Es un documental práctico que, además, incorpora un realización espectacular para atraer mejor a la audiencia.
Mucho movimiento de cámara, mucha música y mucho decorado real, reconocible para el espectador De hecho, el primer entrenamiento de Chicote no es en un frío gimnasio: es en el Vicente Calderón, propiciando un contexto más refulgente en el ojo del público que ve el programa.
Con estos ingredientes, En forma en 70 días no es un documental al uso. Es una mezcla entre un programa divulgativo y un loco docushow norteamericano.
Del "programa divulgativo tradicional", el espacio aprende que se debe explicar el proceso del hábito saludable sin ahondar en un sufrimiento sensacionalista del protagonista principal. En este caso, el reconocible cabeza de cartel es Chicote, que controla la situación en todo momento sin perder los nervios a pesar del reto
Mientras que del "docushow norteamericano", el formato sigue la típica estructura de mantener la atención del espectador con el gancho de ver cómo terminan los cuerpos de los participantes que se someten al entrenamiento. También del propio Chicote. Y para enfatizar en el problema de sobrepeso, el programa juega todo el rato a recalcar la gordura de sus participantes fomentando ropa apretada -mallas, neopreno...- y secuencias en las que están sin camiseta. Comparando sus siluetas con la de los mazados entrenadores personales. Así se construye con más fuerza el clima de evolución de los participantes, lo que pretende atrapar el interés del televidente hasta el final.
Un equilibrio entre información práctica, que el espectador puede incorporar a su vida cotidiana, y la artillería del indiscreto espectáculo televisivo, que genera un competitivo programa de prime time que pretende la consolidación de Alberto Chicote como un rostro de influencia mediática. Ya no sólo es un chef cascarrabias que salva restaurantes del cierre, ahora es un rentable producto que va más allá de la tele.
Alberto Chicote ya es una marca que vende desde revista propia hasta un programa de prime time en Antena 3 con la vida sana como trasfondo. Y no parece que sea de los que siguen el ejemplo de los consejos que predican y eso hace su papel más atrevido, pues lo convierte en más identificable con un espectador que, como Chicote, no logrará dejar sus amadas croquetas para rendirse a una dieta sin licencias.
Aunque, al final, uno de los problemas de fondo de En forma en 70 días, que sólo ha cosechado un 9 por ciento de share y 1.240.000 espectadores, está en que el desenlace de la evolución física de los personajes anónimos que participan no es tan espectacular como para dejar boquiabierto al espectador. Y el espectador espera que este tipo de programas le dejen boquiabierto.
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