OPINION

La vida del actor: la incertidumbre que esconde el glamour

cuenntame como paso teatro
cuenntame como paso teatro

Apenas el 8 por ciento de los actores españoles puede subsistir y llegar a fin de mes gracias a sus trabajos interpretativos. Una realidad que refleja el Estudio sociolaboral del colectivo de actores y bailarines en España de la Fundación AISGE y que es un desalentador dato que pasa desapercibido para el espectador medio, que normalmente asocia la vida del actor con sueldos desorbitados, glamour, focos y alfombras rojas.

Porque la del arte dramático es una profesión en la que lo más fácil es no brillar, aunque parezca lo contrario. Lo habitual es que la mayoría de los actores malviva en una carrera de incertidumbres, miedos y decepciones por alcanzar un papel que, en realidad, suele durar un suspiro. Y muchas veces ese papel ni llega. Los espectadores desconocen esa inestabilidad vital, esa trastienda de la vida actoral y ni se la imaginan. Pero todo actor lidia, en su día a día, con la frustración de una carrera de obstáculos en la que lo de menos suele ser el talento.

Tras formarse, el actor se topa con la dificultad de integrarse en un mercado laboral que no sea precario. Porque la precariedad abunda, más aún en los últimos años. Y, para trabajar, necesitan un representante para acceder a los castings. Sin embargo, encontrar representante es misión imposible en la mayoría de los casos. Estas agencias argumentan tener carteras ya cerradas o cubierto el cupo de actores y actrices de tu perfil. Y sin un buen manager, es difícil hacer pruebas. Como consecuencia, si no trabajas como actor, hay que buscar un empleo que te permita mantenerte en una ciudad como Madrid, donde está el epicentro de las artes escénicas. Pero si tienes un empleo de otro sector, los horarios difícilmente te permitirán acudir a castings, hacer un personaje episódico o realizar una figuración en el caso de que surja. Pescadillas que se muerden sus colas.

Y, luego, de las audiciones siempre suelen salir los mismos nombres elegidos. De ahí esa sensación que se tiene en la profesión de que siempre trabajan los mismos. Más aún cuando son principalmente dos cadenas, especialmente Telecinco y Antena 3, las que mueven la producción nacional de series y cine. Los grandes canales quieren caras que saben que venden o que ya han aparecido en otras de sus ficciones, con cierto tirón. Es muy complicado, por tanto, entrar en esa órbita de popularidad: la experiencia se adquiere en las tablas pero es muy costoso tener acceso a las tablas. El resultado es un circulo vicioso en el que los recambios profesionales se antojan arduos.

La única salida a priori es hacer teatro de guerrilla, el denominado teatro off, en salas pequeñas en las que no cobras ni los ensayos ni, en su gran mayoría, cuentas con Seguridad Social. Por no hablar de los sueldos que se cobran. Ya lo dice el informe de AISGE: del total de artistas españoles, sólo el 8,17% ingresa más de 12.000 euros anuales. Sólo el 2,15% supera los 30.000.

Con este panorama, poco idílica resulta la idea de dedicarte a la interpretación. Es, por lo general, una carrera de fondo, incierta, con más sinsabores que alegrías pero en la que cuesta tirar la toalla porque es una profesión alimentada por sólidas y apasionadas vocaciones difíciles de derribar.

Tendrán una suerte descomunal los que consigan un personaje fijo en una serie pero después siempre viene la angustia si la producción en cuestión no funciona, si los datos de audiencia no son los esperados, si se cierne sobre la sombra de la cancelación... Otro sinvivir, pues las ficciones son poco longevas en nuestro país. A menos, claro, que te haya tocado la lotería de formar parte del reparto original de la incombustible Cuéntame cómo pasó.

@borjateran

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