OPINION

Se rescata la ficción con la que Chicho Ibáñez Serrador consiguió trabajo en TVE

el hombre que perdio su risa chicho serrador
el hombre que perdio su risa chicho serrador

En 1962 Chicho Ibáñez Serrador viajó de Buenos Aires a Madrid con una caja que escondía la bobina de El hombre que vendió su risa, capítulo piloto del ciclo Mañana puede ser verdad, que realizó como propuesta para el Canal 7 argentino. El proyecto no cuajó, pero Chicho, todavía desconocido en nuestro país, se plantó en los despachos de Televisión Española con aquel episodio. Fue su carta de presentación. La historia fascinó a los responsables de TVE.

Arnold Hall, interpretado por un magnético Narciso Ibáñez Menta -padre de Chicho-, es un payaso que, tras ser engañado por su mujer, decide cometer un crimen utilizando su propia función como tapadera. Lo tiene todo calculado para escapar. Y escapa. Pero le persigue un extraño fan que asegura haber visto su asesinato por unas futuristas pantallas. Le chantajea con delatarlo si no hace lo que le pide. Así arranca este episodio que supone un brillante punto de partida para el género fantástico en televisión y que se puede catalogar como embrión de las posteriores Historias para no dormir.

"Fue el guion que me abrió las puestas de Prado del Rey y, por tanto, a él le debo todo lo que he realizado después en España", recalcaba Chicho en 1964 sobre esta obra, que rodó cuando sólo tenía 28 años. Aunque, por entonces, ya contaba con una mirada propia contundente. Había aprendido de lo mejor del cine y del teatro y lo incorporaba a la televisión con habilidad, jugando con la ingenuidad del público y apostando por historias que no eran mero entretenimiento vacío, al contrario, hacían pensar al espectador. De hecho, el valor añadido de El hombre que vendió su risa está en que esconde una crítica social latente que sigue y seguirá siempre vigente. Un retrato de la avaricia a través de la carcajada que hace más poderoso e identificable el visionado.

Porque Chicho combinaba a la perfección la fantasía con la reconocible realidad de un espectador que se veía retratado. "Cuando empecé en televisión, que empecé muy joven, tuve la enorme suerte de poder equivocarme mucho. Noté que los programas dramáticos necesitaban aire, necesitaban calle, necesitaban exteriores y cogí una cámara de 16 milímetros y empecé a rodar y a incrustar secuencias de exteriores en interiores", explicaba Serrador que, además, se atrevía a probar encuadres y efectos de cámara innovadores para la época, embelleciendo la experiencia televisiva.

El hombre que vendió su risa resume esa compleja mirada del joven Chicho que sentaría las bases de todo su trabajo posterior en ficción y, también, en entretenimiento. Sin embargo, la copia ha estado desaparecida, en un almacén, desde sus únicas emisiones a principios de los años sesenta, en Argentina el 4 de agosto de 1962, cuando se estrenó, y en La 1 de Televisión Española en mayo de 1964, lo que convierte a esta obra en una gran desconocida para el público. Una historia 54 años dormida, que ahora ha sido rescatada por los responsables de la productora de Chicho Ibáñez Serrador, Prointel, y reestrenada esta semana en el Festival de Televisión de Vitoria, conocido como Festval. También llegará al festival Nocturna de Madrid, el próximo mes de octubre.

En el Teatro Principal de Vitoria, el público no sabía a lo que se enfrentaba ante particular pase, pero se quedó pegado, con una silenciosa y venerable emoción, a esta proyección de la televisión más rudimentaria que, sin embargo, mantiene intacta su fuerza dramática más de medio siglo después de ser concebida. Un guion que despierta la misma intriga en el televidente de hoy que en la vieja década de los sesenta. Paradójico que, en un festival donde se estrenan las apoteósicas producciones de la tecnológica televisión actual, destaque con brío sobre el resto un artesanal producto en blanco y negro como El hombre que vendió su risa. Tal vez, por eso mismo, porque esta historia no se queda sólo en ser un producto prefabricado con un cóctel de ingredientes testados para el triunfo previsible e indaga en la imaginación en su máxima expresión, dando una bofetada de estímulos en el espectador.

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@borjateran

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