OPINION

La deriva de los magacines matinales de la televisión: el show de la cruda realidad

ana rosa quintana entrevista juana rivas
ana rosa quintana entrevista juana rivas

La televisión matinal no comenzó a emitir en España hasta bien entrados los años ochenta. Antes, poner la tele en las mañanas significaba sintonizar con una estática carta de ajuste. En su etapa como directora general del ente, Pilar Miró puso remedio a este vacío catódico y encargó a Jesús Hermida la puesta en marcha de un magacine de matiné de cuatro horas de duración. El carismático periodista, que había sido corresponsal de TVE en Nueva York, conocía a fondo los grandes formatos que despertaban a la población en Estados Unidos, así que era el comunicador perfecto para el cargo.

Desde los estudios de Torrespaña, a los pies del Pirulí, Hermida supo adaptar a la idiosincrasia nacional el NBC Today yanqui e incorporó, dentro del propio show, culebrones como Los ricos también lloran, Hombre rico, hombre pobre o Dinastía. Necesitaba mucho contenido para largas horas de emisión.

Hermida se mudó a Antena 3 y María Teresa Campos, que realizaba con éxito Pasa la vida en las tardes de La 1, fue trasladada a la mañana de TVE. La Campos se asustó, pensó que su público no respondería al cambio de horario del programa y no paraba de repetir a su audiencia que realizara la compra antes de las 11 de la mañana, hora en la que arrancaba este espacio. Su magacine fue un éxito, pues supo ir probando secciones hasta congeniar con los gustos de la audiencia. Incluso incorporando la actualidad política, a partir de 1996, ya en su etapa en Telecinco. Un contenido que no fue fácil introducir, ya que los directivos consideraban que la política no interesaba al público matinal, mayoritariamente femenino.

Se equivocaron. La política entró de golpe, junto con la tele-realidad que suministraba materia prima a una larga franja horaria difícil de rellenar con contenidos. Gran Hermano se convertía en el Dinastía de andar por casa de María Teresa, que rompía las cuotas de pantalla con su corrillo. Y, después, el corrillo daba paso a la "mesa de debate".

Casi dos décadas después, los magacines matinales siguen bebiendo de la fórmula de la avanzada alumna de Jesús Hermida, María Teresa Campos. Sin embargo, persiste el problema de tener que completar tantas horas de emisión de contenido vivo que enganche al público. Los realities ya no funcionan de la misma manera que hace una década, y las cadenas han puesto el foco en la actualidad, especialmente en los sucesos que conectan con la emoción, la empatía, la intriga o el horror del espectador. Casos como el la desaparición de Diana Quer o, ahora mismo, el de Juana Rivas y sus hijos son transformados en espectáculo diario por estos programas. Además, como sucede en los culebrones, fragmentan la trama de turno en fascículos para que la atención de la audiencia no flaquee. Las historias se estiran para que aguanten el tiempo que el programa necesita, sin que importe que todo se base en especulaciones. Y cuando ya no dé más de sí, se olvida y se busca un nuevo suceso que reúnas las características mediáticas necesarias.

No dudan tampoco a la hora de aderezar la emisión con pantallas partidas, llamativos rótulos, sobreimpresionados y en constante movimiento, que gritan "exclusivas" o el siguiente contenido que se tratará. Todo para que el ojo del espectador no cese de recibir impactos. La técnica de la clásica tómbola llevada a la información de la multipantalla, donde es raro encontrar un plano único fijo más de 20 segundos y donde a veces no sabes ni en qué debes fijarte prioritariamente. ¿Escucho lo que dicen? ¿Leo los gráficos? ¿Presto atención a la ventana pequeña y al subtítulo que ceba lo que viene después? Puede que el espectador de este tipo de programas se sienta abrumado ante tanto estímulo, pero lo importante es que no aparte la mirada ni cambie de canal.

La semana pasada, Ana Rosa Quintana y Susanna Griso, en días diferentes, entrevistaron a Juana Rivas, las dos lidiando por los titulares más rimbombantes. Ha sido el tema estrella de los últimos meses, cebado cada día. En Espejo Público, incluso se retransmitió el viaje de la protagonista desde Atocha hasta los estudios de Antena 3, como si se tratara del ganador del primer Gran Hermano de camino a la entrevista con Mercedes Milá.

En las mañanas de Telecinco y Antena 3, el show ha ganado la batalla a la información. Porque los matinales son más show que información, aunque sus presentadoras intenten disimularlo y disfrazarlo para evitar las inevitables críticas hacia sus ramalazos sensacionalistas (no olvidemos la reciente cobertura que hicieron de los atentados de Barcelona). Son tiempos difíciles para la delicadeza, y lo que Hermida lograba introduciendo un capítulo de Dinastía, las mañanas de la televisión de hoy lo consiguen convirtiendo la cruda realidad social en el gran culebrón, con música de tensión, que mantiene en vilo a su audiencia.

@borjateran

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